La política industrial ha resurgido con fuerza en la agenda europea. Si la propuesta que lanzó la Unión Europea en marzo de este año ya era urgente, hoy es vital para el futuro económico y el bienestar de los europeos.
La crisis del COVID-19 ha acelerado los procesos de digitalización en el mundo hasta el punto de que podemos hablar de un cambio de paradigma fundamental. Para pensar y actuar hacia el futuro deberíamos tomar un punto de partida diferente. ¿Qué tipo de sociedad queremos crear, y cuál es el papel de la tecnología digital en esa sociedad? Como expresaba la canciller Angela Merkel, Europa puede salir de la crisis más fuerte de como entró si es capaz de generar grandes pactos para avanzar hacia sociedades más inclusivas, digitales, sostenibles y resilientes.
Ante la mayor crisis económica de la historia de la integración europea, se debe ahondar y concretar en la hoja de ruta marcada por la Estrategia Industrial europea para reducir al mínimo el proteccionismo nacional y modernizar las normas de competencia y la supervisión de los mercados y una estrategia de datos éticos y de Inteligencia Artificial.
A su vez, se deben fortalecer los cimientos económicos y sociales de Europa mediante una industria competitiva a escala mundial y salvaguardar los principales activos, tecnologías e infraestructuras críticas europeas. Y para ello, debe haber una coordinación entre las instituciones europeas y los Estados miembros para invertir en tecnologías innovadoras e industrias limpias, y especialmente en infraestructuras clave, como el 5G y o la Inteligencia Artificial. Ello ayudará a la industria europea a competir en la escena internacional, lo que nos llevará a recuperarnos antes de la crisis.
En este sentido, la European Round Table (ERT) ya presentó una serie de ideas en el documento “Convertir los desafíos mundiales en oportunidades”, con absoluta vigencia en estos momentos. Ahí se destacaba la urgencia de acelerar el proceso de transformación digital reforzando la soberanía tecnológica de la UE en las cadenas de valor estratégicas y para ello hacía un llamamiento para:
- Desarrollar el mercado único digital y reforzar la inversión en investigación e innovación;
- Alcanzar un acuerdo europeo coordinado para desplegar la infraestructura 5G en toda Europa. Para ello, es necesario un marco que reduzca el coste del espectro y el despliegue de aplicaciones innovadoras y que proporcione mejores incentivos regulatorios para inversión privada.
- Invertir en educación y capacitación digital en áreas críticas como la analítica avanzada de datos, IA o ciberseguridad.; así como en promover el aprendizaje dual y el upskilling y reskilling digital de los empleados.
- Modernizar la política de competencia de la UE para ayudar a las empresas europeas que compiten a escala.
- Actuar con mayor rapidez para hacer cumplir las normas y adoptar un sistema más holístico en materia de competencia y una visión dinámica de las prácticas de mercado y estructuras, especialmente en lo que respecta al uso de los datos como un activo competitivo.
- Dotar de mayor flexibilidad a las normas de ayuda de Estado para fomentar la investigación y la cooperación en áreas estratégicas.
Será igualmente importante que una UE unida persiga sus propios intereses a escala global, con los Estados miembros actuando conjuntamente como una zona de moneda común, así como en la política comercial y un enfoque que propicie inversiones masivas.
A pesar de que en los primeros meses vivimos medidas de desunión, unilateralidad y de cierto proteccionismo nacional, la UE ha demostrado ser capaz de corregir el rumbo. De hecho, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentaba el 27 de marzo ante el Parlamento Europeo el plan “Next Generation EU” con un Fondo de Recuperación superar la crisis del coronavirus: 750.000 millones de euros, de los cuales 500.000 se habilitarán como subsidios y 250.000 serán préstamos. En su discurso, apelaba precisamente a la cooperación y a la unión haciendo un llamamiento a “dar un salto hacia delante juntos” con un plan que tiene por objeto invertir en digitalización e infraestructuras de comunicación, en transformación energética, en la reparación del tejido social, al mismo tiempo que proteger el Mercado Único, y requilibrar los presupuestos en toda Europa, entre otros asuntos.
Un momento crucial para la rotación de presidencia de Consejo de la UE
Alemania asumirá la presidencia del Consejo en la UE el 1 de julio, con una responsabilidad crucial para amortiguar la crisis económica y el daño social resultante. Aunque el programa de la presidencia alemana no lo conocemos en detalle, los asuntos prioritarios serán la reconstrucción de la economía de manera neutral para el clima, la forma de avanzar en la transformación digital, y el papel de Europa en el mundo.
Alemania, liderando y mediando entre los Estados miembros, junto a los presidentes de las diversas instituciones de la UE, y reforzando la cooperación público-privada debe promover con energía los intereses europeos y los principios fundamentales de la Unión. Solo de esta manera será posible guiar a la UE a través de estos tiempos complejos y de prueba.
La presidencia alemana también deberá abordar la cuestión de la amortiguación financiera adicional. Las negociaciones sobre el próximo «marco financiero plurianual» de la Unión Europea podrían dar lugar a un replanteamiento de las políticas más costosas, desencadenadas por la crisis de COVID-19. Cualquier revisión del presupuesto de la UE debe dar prioridad a la inversión en investigación, innovación, competitividad tecnológica y protección de la salud, así como a las medidas contra el cambio climático.
La pandemia ha demostrado la importancia de una estrecha cooperación en todas las materias. Cuando Alemania asuma la presidencia de la UE el 1 de julio, se enfrentará a la importantísima tarea de impulsar la gestión de crisis a corto plazo en la UE y entre sus Estados miembros. Pero también debe seguir desarrollando instrumentos europeos e internacionales capaces de hacer frente a los desafíos que se nos presentan. El objetivo debe ser que Europa salga fortalecida de la crisis. Por esta razón, Berlín no puede limitarse al papel de mediación, sino de impulsor del cambio.