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UE 2024-2029: El vínculo entre competitividad y sostenibilidad

En este quinto post de la serie que iniciamos bajo la temática UE 2024-2029: Impulsando la competitividad, se pone de manifiesto la compatibilidad entre la transición verde y la competitividad.

UE 2024-2029 - El vínculo entre competitividad y sostenibilidad

Isabel María Álvaro Alonso Seguir

Tiempo de lectura: 10 min

En el mes de junio, iniciamos una serie titulada UE 2024-2029: Impulsando la competitividad donde analizamos la visión de Telefónica sobre cómo fortalecer la competitividad y posicionar mejor a la sociedad y la economía de la Unión Europea (UE) en el escenario global. Esta serie coincide con el inicio del ciclo institucional que se extiende desde el 2024 al 2029 tras las elecciones al Parlamento Europeo. Sin duda, la competitividad será la prioridad central que guiará las próximas iniciativas políticas y legislativas de la UE en este periodo.

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El primer post analizaba el estado actual de la competitividad de la UE, el segundo se adentraba en el primer eje de la estrategia de competitividad que Telefónica propone y el tercero se focalizó en el segundo eje estratégico la importancia de fortalecer el sector de las telecomunicaciones como palanca de competitividad de la sociedad. El cuarto post analizaba el tercer eje que hemos dividido en dos: Impulsar la transición digital y verde para una competitividad “digital por innovación”, “verde en su diseño”. A continuación, en este quinto post nos centramos en la segunda parte: “verde en su diseño”.

Las oportunidades de la transición verde en la competitividad

Pese a que la transición verde no siempre se vincula directamente con la competitividad, lo cierto es que ambas prioridades europeas son altamente compatibles.  

La sostenibilidad medioambiental busca, entre otras cosas, promover la descarbonización a través de estrategias como la eficiencia, la circularidad y la transición energética.

Un uso más eficiente de los recursos no solo reduce el impacto ambiental de la empresa en su entorno, sino que también contribuye a reducir costes. Asimismo, esto permite destinar más recursos a otras actividades innovadoras, favoreciendo así su crecimiento económico.

Además, la reutilización de un producto, equipamiento o de sus componentes supone que no es necesario extraer una mayor cantidad de materias primas ni fabricar nuevos productos. Esto se traduce en menores emisiones de gases de efecto invernadero en la cadena de valor, así como en una reducción de nuevas adquisiciones, que implica además menores costes.

Finalmente, la mayor eficiencia energética también conlleva ahorros, moderando el impacto para las empresas de posibles subidas inesperadas en los precios de la energía, algo muy probable en el actual contexto geopolítico. Por su parte, la naturaleza local de la producción de energía renovable brinda una mayor autonomía estratégica a Europa al reducir su dependencia de terceros países, aumentando así su seguridad económica.

Por otro lado, la transición verde contribuye al crecimiento económico a través de la generación de nuevos puestos de trabajo en actividades como fabricación, investigación y desarrollo o administración. El informe «The Future of Jobs 2023» del Foro Económico Mundial muestra que la contratación para puestos relacionadas con la sostenibilidad ha superado la tasa de contratación general a nivel mundial durante cuatro años consecutivos.

El papel de la conectividad y digitalización en la transición verde

La conectividad y soluciones digitales juegan un papel crucial para maximizar eficiencias, promover economía circular y acelerar la transición energética.

Por una parte, los dispositivos IoT y la inteligencia artificial (IA) son dos tecnologías clave para recabar datos de la actividad y el entorno, e interpretarlos y generar escenarios que favorezcan un uso más eficiente de los recursos. Por ejemplo, Telefónica ha desarrollado una solución digital que posibilita a los técnicos en el ámbito de la agricultura entender qué ocurre en el entorno del cultivo y cuáles son sus necesidades. Esto ha permitido reducir el uso de agua y pesticidas. Otro ejemplo es el caso de la iluminación de las calles de Santiago de Compostela. La instalación de más de 10.000 nodos con conectividad NB-IoT en las luminarias del municipio ha habilitado la recopilación y envío de datos a una plataforma central para análisis y gestión avanzada. Gracias a esta innovación, se ha logrado mejoras significativas en la eficiencia y el ahorro energético del alumbrado público.

Respecto a la circularidad, las soluciones digitales basadas en IoT e IA también permiten un mantenimiento predictivo de las instalaciones para poder actuar a tiempo frente a averías y detectar de forma precisa los componentes que pueden estar fallando. Esto facilita la reparación de los equipos, lo que alarga su vida útil y reduce la basura electrónica potencialmente generada. Adicionalmente, la digitalización también se puede aplicar a proyectos concretos de economía circular, como puede ser el reciclaje. Como ejemplo, Telefónica ha trabajado con Ecoembes en un proyecto de sistemas de recompensas por el reciclaje de plásticos en contenedores amarillos. Los aros de los contenedores, que están conectados a través de conectividad 5G Narrow Band, reconocen el código de barras del envase e identifican qué tipo de residuo se deposita dentro de ellos. Posteriormente, se analizan los datos recabados y se recompensa al ciudadano a través del Sistema de Devolución y Recompensa (SDR) RECICLOS. 

Finalmente, la digitalización contribuye a la transición energética a través del diseño de un modelo de transporte y distribución adaptado a las nuevas realidades del sector energético. Anteriormente, la energía fluía en una sola dirección; del productor al consumidor. Ahora, con la autogeneración que promueve la instalación de fuentes de energía renovable en los hogares y otras instalaciones, ciertos consumidores son ahora pequeños productores, vertiendo el exceso de energía producida en la red eléctrica. Esto exige el rediseño de la red eléctrica. En este contexto, la adopción de soluciones digitales se ha convertido en un elemento clave del sector energético para poder gestionar los flujos de energía y establecer un diálogo en tiempo real entre productores tradicionales, productores de autogeneración y los consumidores.

¿Por qué se percibe la sostenibilidad como un obstáculo para la competitividad?

En la búsqueda por impulsar la transición verde, el exceso de regulación europea ha derivado en un tsunami regulatorio que ha erosionado el vínculo entre sostenibilidad y competitividad. Algunos efectos negativos de esta sobrerregulación son: el incremento obligaciones de reporting; la falta de consideración de iniciativas del sector privado alineadas con los objetivos europeos; y el desinterés de los inversores y emprendedores.

En primer lugar, la Unión Europea ha adoptado diversas regulaciones que introducen obligaciones de reporting. En el caso del sector de telecomunicaciones, son por ejemplo la Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (CSRD), la Directiva sobre diligencia debida (Due Diligence) o la Directiva de eficiencia energética. Estas obligaciones conllevan mayores costes como pueden ser la implementación de nuevos sistemas para captar esos datos, la formación del personal para adaptarles al nuevo modelo o la contratación de profesionales externos, como auditorías, consultoras o abogados. Dichos costes no ofrecen valor añadido desde la perspectiva de los consumidores.  

En segundo lugar, ciertas regulaciones crean nuevos estándares de sostenibilidad que socavan el trabajo que han hecho las empresas y los recursos que han destinado para ello. Por ejemplo, la iniciativa Eco Rating (lanzada por Telefónica, Deutsche Telekom, Orange, Telia Company y Vodafone) se creó con el objetivo de ayudar los clientes a tomar decisiones más informadas y sostenibles en la compra de sus dispositivos, así como para promover que los proveedores reduzcan el impacto medioambiental de los mismos. Esta iniciativa sigue una metodología rigurosa, considerando los estándares internacionales y con la participación de especialistas en sostenibilidad y análisis de ciclo de vida de productos. No obstante, tras este esfuerzo del sector, la Directiva sobre el empoderamiento de los consumidores para la transición ecológica (Green Claims Directive), introduce nuevos requisitos sobre el etiquetado verde que pudiese colisionar con una iniciativa tan ambiciosa y holística dirigida por la industria como es Eco Rating. Esta falta de reconocimiento del esfuerzo del sector puede resultar en la disuasión de futuras acciones voluntarias para avanzar en los objetivos verdes europeos dado que, tras el compromiso con la inversión, pueden ser desmanteladas por la regulación.

Finalmente, la sobre-regulación crea obstáculos administrativos y limitaciones legales que generan inseguridad en las empresas sobre la viabilidad de un nuevo producto o servicio. Esta incertidumbre reduce el capital privado destinado a actividades de innovación, ya que se desconoce si la empresa podrá introducir su producto o servicio en el mercado. Además, los inversores prefieren evitar sectores sobre-regulados por el riesgo de que cambios regulatorios puedan afectar la rentabilidad de sus inversiones.

La innovación como vínculo entre transición verde y la competitividad

La innovación es la respuesta de las empresas a la búsqueda permanente de maximizar eficiencias en línea con la demanda de los consumidores, dando lugar a productos y servicios más sostenibles y competitivos. Por ejemplo, en el caso de las telecomunicaciones, el sector lleva años apostando firmemente por la innovación de su infraestructura digital, desplegando redes fijas y móviles cada vez más eficientes que las generaciones anteriores en términos de consumo energético, de capacidad y de velocidad. Sin esta innovación el impacto ambiental de las redes seria notablemente mayor al actual. Concretamente, en el caso de las redes fijas sería hasta 18 veces mayor, mientras que en el caso de las móviles sería hasta 7 veces mayor.

No obstante, la innovación se ve frenada por la regulación –como se ha explicado anteriormente– y por la inversión. Los fondos públicos no son suficientes para poder llevar a cabo la transición verde, lo que hace necesario movilizar capital privado. En este contexto, la UE impulsó la adopción de la regulación de Taxonomía para redirigir las inversiones a actividades alineadas con los objetivos verde europeos, la cual servirá de referencia para la recepción de financiación sostenible en Europa. Sin embargo, pese a que la Taxonomía reconoce el papel del sector de las TIC, no reconoce plenamente la importancia del despliegue de redes de nueva generación para alcanzar los objetivos del Pacto Verde de la UE. El resultado de esto es la desaceleración del progreso y la reducción de los beneficios que estas redes tienen en la descarbonización de la economía y bienestar de la sociedad.


En definitiva, la afluencia de un exceso de regulación en materia de sostenibilidad causa un aumento de los costes, desincentiva la iniciativa privada y reduce la atracción de inversión. Asimismo, esto repercute negativamente en la innovación, la cual necesita de entornos de mercado favorables y flexibles. En último término, todo ello conduce a la erosión del binomio sostenibilidad-competitividad, resultando en deceleración de la transición verde y una pérdida de la competitividad de las empresas europeas y, por ende, de la región.

En el próximo post profundizaremos en último eje estratégico para una UE más competitiva: gestionar la transición geopolítica para una UE más fuerte en el escenario internacional.


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