Tecnología en el espacio, para explorar y conocer otros mundos

Si hay una relación fructífera en la industria de la tecnología es, precisamente, su unión con las diciplinas aeroespaciales, y viceversa. Ambos campos se han visto altamente enriquecidos por su constante colaboración.

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Si levantamos los ojos de las pantallas de nuestros dispositivos y miramos al cielo podremos admirar su belleza y su inmensidad. Pero si nos fijamos un poco más, descubriremos todos los avances tecnológicos que el espacio nos ha dado, y que hoy en día hacen nuestra vida mucho más cómoda.

No cabe la menor duda de que si hay una relación fructífera en la industria de la tecnología es, precisamente, su unión con las diciplinas aeroespaciales, y viceversa. Ambos campos de investigación e innovación se han visto altamente enriquecidos por su constante y necesaria colaboración.

Con la vista puesta en Marte y la intención de elevar el turismo por los cielos, se abre una nueva carrera espacial que nada tiene que ver con la que se inició hacia 1955 entre las dos superpotencias: Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. Tras la II Guerra Mundial, los bloques Occidental y del Este, no solo competían por influir en buena parte del planeta, también comenzaron a interesarse por otros mundos.

Por eso, en la década de los 50 del siglo pasado y en plena Guerra Fría, era tan importante adelantarse en dar los primeros pasos hacia el espacio. Y fue la URSS quien comenzó la partida, lanzando su mítico Sputnik I en 1957, y su Sputnik II ocupado por la pobre Laika. Más tarde sería el famoso Yuri Gagarin quien, en 1961, se diera una vuelta por el espacio.  

Llegada a la Luna, un gran paso para Telefónica

Pero fue Estados Unidos en 1969 quien daba un gran paso para la humanidad, y llegaba a la Luna. Este hecho, no solo fue un hito histórico para la humanidad, también para España ya que Telefónica participó de manera activa en dicha proeza. En 1966 la operadora española compró dos estaciones terrenas estadounidenses. Una de ellas se instaló en la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya, y serviría para unir las estaciones de Robledo de Chavela, también en Madrid, con la norteamericana de Greenfeld, una conexión esencial para las comunicaciones de la NASA. 

Así, gracias a las instalaciones de Telefónica pudieron solucionarse algunos de los problemas que planteaba la comunicación con el Apolo XI en su viaje a la luna. Transportar señales de vídeo, telemetría, voz y otros datos, tal y como la Agencia Espacial norteamericana necesitaba para monitorizar el recorrido de la nave en el espacio requería de un ancho de banda específico que obtuvo de los satélites Intelsat, y diseñó un circuito transatlántico, apoyándose precisamente en la estación de seguimiento de satélites Robledo de Chavela, gracias a sus características especiales. 

Además del trabajo realizado desde las instalaciones de Telefónica, la NASA también contó con la colaboración de operadores de toda Europa para que estos para que desconectasen sus circuitos telefónicos y los sumasen a la misión espacial. 

El crecimiento del uso de los satélites

Ya han pasado 52 años de aquella maravillosa proeza del ser humano, y en todo este tiempo las telecomunicaciones han cambiado de forma drástica, como es el caso de los satélites. Mientras los más antiguos siguen ofreciendo servicios de vídeo, los actuales ofrecen servicios de datos. La mayoría de ellos se utilizan para observar la Tierra, por ejemplo el Geostationary Operational Environmental Satellite (GOES-O) de la NASA que estudia las condiciones atmosféricas del este de Estados Unidos y en el océano Atlántico hasta Europa. Este satélite meteorológico ayudará a los científicos a estudiar el clima. 

Los satélites también sirven para mejorar las comunicaciones y el acceso a Internet, ya que mejoran la cobertura WiFi y el ancho de banda de las redes móviles, llegando a zonas remotas, aportan una estructura al crecimiento del Internet de las Cosas, dan servicio a necesidades militares y son esenciales para los servicios de emergencia, por ejemplo, para los sistemas tipo eCall de emergencia en carretera. 

Debido a la versatilidad de servicios que prestan, los satélites han ganado gran protagonismo en los últimos años, tanto es así que 2021 se ha convertido en un año de récord: más de 1.400 de estos objetos espaciales dan vueltas alrededor de la Tierra, por encima de los 1.300 que se lanzaron durante 2020, según cálculos ofrecidos por Centro de Ciencia y Tecnología Espaciales de la Universidad de Massachusetts, Lowell. El mismo centro sitúa en unos  7.941 el número de satélites artificiales orbitando nuestro planeta.

La robótica del espacio

Otro de los grandes avances, y uno de los que desata mayor curiosidad es el del campo de la robótica. La palabra “rover” ya es sinónimo de una expedición a Marte. Estos vehículos robóticos son conocidos sobre todo por surcar los fascinantes paisajes marcianos. Hasta ahora la NASA ha enviado cinco de estos astromóviles, y el último en llegar ha sido el Perseverance que lo hacía en febrero de 2021. Desde 1997 estos vehículos nos han dado importantes claves para conocer el planeta rojo y ver si en el futuro el ser humano podría explorar 

El uso remoto de robots viene siendo una línea de estudio para la NASA desde hace tiempo para realizar trabajos que los astronautas no puedan hacer sobre el terreno, o incluso realizar trabajos de mantenimiento en las propias estaciones espaciales. Esto además aporta una gran experiencia a la hora de desarrollar el software necesario para programar estas herramientas robóticas. Tiene tanta importancia que incluso, desde la Estación Espacial Internacional, a través del Programa Robo-Pro Challenge permite a estudiantes, crear programas de software para controlar un Astrobee, un tipo de robot capaz de volar de forma autónoma y que ayuda a los astronautas a llevar a cabo tareas de mantenimiento dentro de la ISS. Estos software se aplican para resolver problemas relacionados con la robótica en la Tierra.

Análisis de datos también en el espacio

La investigación espacial aglutina muchas disciplinas, y la bilogía no puede faltar en el estudio de los planetas. Siguiendo esta premisa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) lidera un equipo europeo financiado por la Agencia Espacial Europea (ESA) para coordinar el uso del Big Data en la investigación biológica sobre la exploración y la colonización del espacio. El objetivo de aplicar el análisis de datos en las ciencias biológicas del espacio es conocer el efecto que produce el espacio a nivel molecular en los seres vivos, un aspecto clave para la futura exploración espacial a largas distancias. Para ello, los investigadores del CSIC llevan años utilizando la herramienta GeneLab de la NASA.

Tal y como informan desde el centro de investigaciones español, el Big Data biológico será clave no solo para prevenir problemas de salud de los astronautas en el espacio, también en la investigación médica y biológica de patologías especialmente las relacionadas con el envejecimiento en nuestro planeta. 


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