Nacimos hace 97 años. En otra época. Nacimos para comunicar a las personas a través de la voz. En aquel momento, la tecnología transformó el cable de cobre en voz y cambió la vida de las personas. La acercó, la hizo mejor.
Durante más de 80 años esa fue nuestra razón de ser y cumplimos con nuestro cometido.
Pero el mundo cambió y surgió otro tiempo. La época analógica dio paso al mundo digital.
De repente, todos descubrimos que podíamos vivir de más formas, que podíamos mirar con otras perspectivas, que se podían hacer las cosas de otra forma.
Y, nosotros, nacimos otra vez pero en otro mundo. Como Benjamin Button, nacimos, pero con cuerpo de ancianos. Niños porque todo estaba por vivir, por descubrir, pero mientras a nuestro alrededor había vidas llenas de juventud, nosotros nacimos distintos. Viejos en un mundo de jóvenes.
Al principio, no podíamos vivir como los demás porque nuestros huesos, nuestros ojos, nuestra fuerza eran los de ancianos. Nos rompíamos si lo intentábamos. Nos miraban con pena porque es triste ver a un niño con cuerpo de viejo. No éramos rápidos, las enfermedades nos limitaban más que a los demás y nos costaba más aprender.
Pero, olvidaron algo. También nacimos con la pausa que da la experiencia, con la perspectiva que dan los años, con la sabiduría que da la templanza y con la confianza de quien sabe que puede hacer lo que se proponga.
Y nos propusimos cambiar. Y, al hacerlo, nos dimos cuenta que teníamos el metabolismo invertido. Que cada día que pasaba, nuestra voluntad de cambio nos hacía más jóvenes; mientras los demás se hacían mayores, nosotros rejuvenecemos a diario.
Nuestros viejos huesos de cobre se transformaron en huesos de fibra. Nuestros viejos sentidos analógicos los reemplazamos por tecnología de última generación y, donde antes había cierto retraso en reaccionar, desapareció la latencia. Nuestra mente se hizo más poderosa porque fuimos capaces de ampliar nuestra memoria, nuestra rapidez para reaccionar, nuestra capacidad de pensar. A nuestra capacidad natural para pensar, le añadimos el mundo de la inteligencia artificial. Cambiamos. Cambiamos mucho.
Y, hoy,
Aunque todavía somos viejos para algunos, nos sentimos cada día más jóvenes. Sabemos que, cambiando, seremos mejores, más preparados para esta nueva época.
Tenemos pausa para cambiar sin renunciar a nuestra experiencia que nos dice que, a veces, hay que darle tiempo y espacio a las cosas.
Tenemos perspectiva para saber que, si queremos vivir los próximos 100 años, hay que hacer las cosas bien.
Tenemos la confianza que nos da el saber que tenemos gente que sabe de qué va esto, que nos apoya en este cambio. Sabemos que esto es una carrera de fondo y hay que saber abordarla.
Decidimos que éste no es sólo el momento de la tecnología. La tecnología ya está aquí y vamos a tener toda la que queramos.
Es cierto que es otra época. Un tiempo nuevo donde prácticamente todo es terreno inexplorado.
Pero no debemos dejar que los caminos los marquen las máquinas. Éste es nuestro mundo; el de las personas, para avanzar, siempre las guiarán los valores.
Nosotros hemos cambiado nuestra razón de ser. Ya no puede ser la que nos vio nacer la primera vez hace 97 años: Conectar a través de la voz.
Nuestras redes transportan mucho más que gigas o Mbps. Transportan la vida de las personas en un nuevo mundo. Nuestra responsabilidad que ya era grande es ahora inmensa y, por eso, hemos cambiado mucho y muy rápido.
Queremos hacer nuestro mundo más humano conectando la vida de las personas. Ésa es nuestra misión y para eso trabajamos cada día. Es duro cambiar, muy duro y muy difícil, pero la meta que nos espera merece la pena, el recorrido apasionante y los compañeros de viaje, los mejores.
No tenemos garantizada la supervivencia. Nadie la tiene, ni siquiera los que sólo han nacido una vez.
Pero, cuidado. Nosotros nos estamos haciendo cada día más jóvenes y ellos, cada día, un poco más viejos. Nuestras vidas se pueden cruzar pronto. Como le pasó a Benjamin Button.