La preocupación por el cambio climático, por fin, es completamente real. Cuando hablamos de este fenómeno pensamos precisamente en eso, en la variación de la temperatura terrestre y sus devastadoras consecuencias para los factores naturales, pero deberíamos pensar más allá: también lleva asociado un efecto muy perjudicial en la calidad de la alimentación, el aire que respiramos o el agua que bebemos, lo que supone también un perjuicio para la salud.
Precisamente por esta razón, hemos consultado a través de Saluspot a médicos especialistas en distintas áreas para que nos expliquen cuáles son los efectos que puede provocar a corto plazo el cambio climático en nuestra salud. Hoy trataremos el impacto en la piel y la próxima semana veremos cuáles son los efectos que puede provocar en los más pequeños.
Uno de los problemas más graves del calentamiento de la Tierra es una mayor concentración de los gases de efecto invernadero. Los cambios ambientales conllevan algunas lesiones dermatológicas consideradas agudas o a corto plazo como, por ejemplo, la disminución de la tolerancia de la piel al uso de cosméticos desembocando en una sensibilidad cutánea anormal con sensación de tirantez, purito o la xerosis cutánea (producida por la baja humedad ambiental).
Además, este aumento de temperatura produce un envejecimiento prematuro por el perjuicio del ADN que destruye los componentes de sostén de la dermis (como el colágeno y la elastina, responsables de mantener la piel tersa, fina y elástica), por no hablar de los problemas derivados de las quemaduras producidas por exposición solar (UVB) que son, cada vez más comunes. Así nos lo explicaba María Pilar Moreno Martínez, miembro de Saluspot y especialista en dermatología y estética en la Clínica Dermatológica Dra. Moreno.
Debido al aumento de temperatura, se produce un mayor nivel de sudoración que favorece al aumento de secreción sebácea que intensifica la sintomatología del acné, así como una dermatitis atópica.
QUÉ PASA CON EL CÁNCER DE PIEL
El deterioro de la capa de ozono está directamente vinculado al incremento del cáncer de piel. El ozono absorbe la mayor parte de las radiaciones UV procedentes del sol, y debido a la reducción de la concentración de ozono en la tierra, en días soleados, las probabilidades de sufrir un cáncer cutáneo aumentan.
Es cierto que además existe una predisposición genética y que el color de piel también es un factor importante a tener en cuenta, pero las radiaciones UVB y UVA de onda corta (320-340) provocan una mutación del ADN, a lo que se asocia un defecto de la inmunidad y unos sistemas de reparación inactivos.
Ciertamente, serán más vulnerables los fototipos I y II, siguiendo la clasificación de Fitzpatrick según el color de la piel (fototipos I al VI): desde piel blanca con ojos claros a piel oscura con ojos negros, mientras que los fototipos de piel más oscura (V y VI) están más protegidos ante la quemadura solar, pero eso no implica que no estén exentos de padecer un cáncer cutáneo.
Utilizar protección solar con factor de protección (FPS) de 15 o superior es fundamental para evitar estas enfermedades pero también es necesario evitar la exposición solar en las horas de más intensidad, hidratar la piel, hacer revisiones periódicas y controlar cualquier anomalía. El uso de sombreros, gafas de sol o ropa que proteja brazos y piernas también puede ser una gran idea en los días de sol intenso.
Por todo esto es fundamental frenar el cambio climático, mitigar sus consecuencias y adaptarnos. Todos –ciudadanos, empresas, administraciones…- podemos contribuir a ello.
(*La próxima semana te hablaremos del cambio climático y los niños.)