La relación transatlántica tras las elecciones en Estados Unidos

Las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre destacan la relevancia global de la política americana, especialmente para Europa. Este escenario impulsa a Europa a reforzar su autonomía estratégica, competitividad y liderazgo digital, priorizando la innovación y la sostenibilidad económica frente a desafíos globales.

La relación transatlántica tras las elecciones en Estados Unidos
Pablo Barrionuevo

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Tiempo de lectura: 6 min

El pasado día 5 de noviembre se celebraron las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Tras una larga noche electoral, la victoria de Donald Trump resultó inapelable. Las elecciones americanas tienen una influencia global y afectan muy particularmente a la relación transatlántica con Europa.

La política estadounidense trasciende más allá de sus fronteras sobre una gran cantidad de cuestiones de relevancia internacional. Así, por ejemplo, la evolución del comercio internacional y las cadenas de valor, el multilateralismo, los conflictos geopolíticos globales, la lucha contra el cambio climático o, muy particularmente, todo aquello que se refiere al desarrollo del ecosistema digital y la gobernanza de Internet. Por todo lo anterior, merece la pena detenerse a valorar cuales pueden ser las implicaciones que puede tener el resultado electoral, desde la perspectiva europea.

Incertidumbre ante la evolución del comercio internacional

Desde la perspectiva del comercio internacional, se observa con preocupación la posibilidad de que Estados Unidos inicie una escalada arancelaria retomando el camino del proteccionismo económico en un nuevo capítulo de la pugna comercial con China.

En efecto, durante la campaña electoral, esta fue una de las propuestas recurrentes del candidato republicano. En un mundo globalizado marcado por la interdependencia económica las turbulencias comerciales generan, ante todo, incertidumbre. Sin embargo, el comercio internacional prefiere de políticas estables con reglas claras en un entorno de plena seguridad jurídica que garantice la libre competencia.

La evolución de la relación transatlántica como incentivo para la transformación económica y productiva europea

Ahora bien, en lo que respecta a la relación transatlántica, la victoria de Donald Trump puede contemplarse desde el lado europeo como un incentivo para poner en práctica aquellas recetas que permitan ofrecer soluciones a los problemas estructurales que aquejan a la Unión Europea. Así, aunque la doctrina de la Autonomía Estratégica se formuló hace años como una hoja de ruta para la acción exterior europea, tras las elecciones en Estados Unidos, puede interpretarse en clave interna como la necesidad de que Europa avance hacia la construcción y el fortalecimiento de sus propias capacidades y competencias.

Frente a las incógnitas que plantea la nueva administración americana, la aplicación del principio de autonomía estratégica exige caminar decididamente hacia la consecución de la soberanía europea en el ámbito militar, energético o tecnológico, sin que eso implique seguir el camino del proteccionismo económico.

Autonomía es la capacidad de pensar por nosotros mismos y de actuar de acuerdo a nuestros propios valores e intereses

Es por ello por lo que el diagnóstico y las soluciones puestas de relieve en los informes de Enricco Letta, para avanzar en la construcción del mercado único europeo, y el Informe Draghi, sobre la competitividad europea, resultan más oportunos que nunca y deben marcar el camino a seguir. Tras las elecciones en Estados Unidos, la transformación en Europa se ha vuelto si cabe más apremiante.

La búsqueda de la competitividad como condición necesaria

En este momento de cambio es conveniente reflexionar sobre dónde quiere estar Europa en la próxima década y cómo garantizar la seguridad económica, la autonomía estratégica y la estabilidad de su sociedad en un contexto global cada vez más fragmentado, incierto y complejo.

Impulsar la competitividad resulta fundamental para la sostenibilidad económica y la estabilidad futura de la UE. En el informe de Enricco Letta, se alerta sobre la pérdida de competitividad de las empresas europeas y la necesidad de reforzar su escala. En el mismo sentido, el informe de Mario Draghi subraya la necesidad de aumentar el crecimiento de la productividad, como motor fundamental del crecimiento y de la mejora del bienestar a largo plazo. Sin crecimiento de la productividad, Draghi considera que será inviable que Europa alcance sus ambiciones. Ante el actual escenario internacional, reformular la estrategia de competitividad es la prioridad para la UE.

El camino hacia la soberanía digital y tecnológica europea

En Europa, la pérdida de competitividad es especialmente relevante en el ámbito tecnológico y digital, un terreno en el que Estados Unidos y China se disputan el liderazgo global. Reforzar la autonomía digital europea es crucial en un contexto donde la primacía se traduce en poder económico y geoestratégico. El potencial disruptivo de tecnologías como la IA o el 5G, pueden impulsar la innovación y la productividad, generando ventajas competitivas amplificadas por mercados digitales globales. El liderazgo en este ámbito es un objetivo estratégico y su ausencia, una vulnerabilidad para la seguridad económica.

Las empresas de telecomunicaciones lideran la evolución y la transformación de la infraestructura y los servicios digitales que sustentan la digitalización de economías y sociedades. Sin redes de telecomunicaciones de última generación, de alta capacidad y energéticamente eficientes, no será posible impulsar el liderazgo digital de la UE. Pero para lograr avanzar en esa dirección, se requiere de un sector de las telecomunicaciones económicamente sostenible.

Además, resulta imprescindible adaptar el entorno regulatorio europeo a las nuevas dinámicas y realidades económicas para promover la competitividad. En el caso del sector de las telecomunicaciones la modernización regulatoria pasa por una desregulación que permita al sector competir en igualdad de condiciones.

Desde la perspectiva de la relación transatlántica, el resultado de las elecciones en Estados Unidos plantea nuevos retos, incógnitas e incertidumbres. Sin embargo, ante esta realidad, Europa debe avanzar firmemente en la construcción de sus propias capacidades y fortalezas. Es el momento de que Europa tome las riendas de su propio destino. El diagnóstico y las soluciones están sobre la mesa. Es el momento de ponerlo en práctica.


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