Durante los últimos años, el sistema multilateral de comercio ha experimentado graves dificultades. Desde la crisis de la COVID-19, el comercio internacional se ha visto amenazado por múltiples llamamientos al nacionalismo económico, el unilateralismo, y el proteccionismo, produciendo un desacoplamiento de las cadenas globales de valor. Dadas las consecuencias adversas que esto puede suponer para el nivel de vida de las personas en todo el mundo, esto debe ser motivo de preocupación.
Un contexto de comercio internacional plagado de desafíos
Según las últimas previsiones comerciales de la OMC publicadas el pasado 5 de octubre, las proyecciones de crecimiento del comercio mundial de mercancías en 2023 se han reducido. Se espera que el volumen del comercio mundial de mercancías crezca solo un 0,8% este año. No cabe duda de que estos datos no alientan el optimismo.
Por ello, a pesar de la proliferación de acuerdos e iniciativas comerciales bilaterales o regionales, indudablemente positivos para las partes, es importante seguir haciendo énfasis en el valor del sistema multilateral de comercio y su principio fundamental de no discriminación.
Recientemente, Business At OCDE (BIAC) ha publicado el documento Trading better, Living better, en el que establece las prioridades comerciales de la OCDE subrayando la visión compartida de la comunidad empresarial de la OCDE sobre el comercio ofreciendo recomendaciones específicas tanto para la OCDE como para los gobiernos. Los marcos regulatorios que rigen el comercio internacional deben adaptarse a las realidades y necesidades empresariales del siglo XXI en muchos aspectos.
El Comercio Digital como oportunidad
El Comercio Digital, entendido como el comercio de bienes y servicios facilitado por medios digitales, constituye una de las principales tendencias del Comercio Internacional. En todo el mundo, las ventas de comercio electrónico se estimaron en 3.2 billones de euros en 2019, con alrededor de 1.500 millones de personas que compran en línea.
Las empresas necesitan políticas que promuevan el comercio digital. Estas deben garantizar la no discriminación, reforzar la transparencia, facilitar la interoperabilidad, aprovechar los estándares internacionales y evitar restricciones comerciales
La innovación que implica la digitalización y la automatización continúa cambiando la forma en que se organizan las cadenas de valor globales, las cadenas de suministro y las redes de producción. Existen datos que muestran que un aumento de la conectividad digital tiene un impacto en el incremento del comercio de bienes y servicios. En efecto, la digitalización permite aumentar la eficiencia, la resiliencia y abre nuevas oportunidades para nuevos modelos de negocio.
Pero en el ámbito del Comercio Digital, existen también dificultades que se traducen fundamentalmente en la reafirmación del riesgo potencial de una fragmentación de Internet en sus distintas capas, y en la imposición de barreras al libre flujo transfronterizo de datos. Es por ello que garantizar una Moratoria permanente de los derechos de aduana sobre las transmisiones electrónicas debe ser una prioridad. Si no se renovara la Moratoria, aumentaría la incertidumbre jurídica y disminuiría el comercio, y los aranceles sobre las transmisiones electrónicas reducirían la competitividad. Los efectos perjudiciales serían más pronunciados en los países be ingresos medios y bajos. En definitiva, la finalización de la Moratoria sería contraproducente.
Los miembros de BIAC tienen la responsabilidad de definir el futuro del comercio digital y su impacto en el crecimiento económico, el desarrollo sostenible y el empleo. Por su parte, los responsables de la formulación de políticas deben aprovechar mejor el papel esencial que desempeña el comercio digital en el buen funcionamiento de las cadenas de suministro modernas, promoviendo la innovación, el comercio digital y los flujos de datos.