Entrevista con Laura Méndez Zaballos
Llevamos compartiendo nuestra vida con internet ya varios años, ¿podríamos vivir ahora sin internet?
Es cierto, nos resultaría muy difícil entender nuestra sociedad actual sin Internet. Lo que empezó siendo un recurso casi exclusivo del ámbito laboral y de negocio se ha introducido con fuerza en la vida cotidiana y los ámbitos de ocio. Cuando hablamos de Internet, no solamente hablamos del contenido, sino de una transformación de las prácticas relacionadas con la comunicación, la participación social o la gestión del nuestro tiempo. Los niños y jóvenes no son ajenos a estos cambios; por el contrario, la red cada vez está más presente en su vida.
Informes recientes sitúan en un 88% el acceso habitual y cotidiano a Internet, es significativo por ejemplo que actualmente el 75% de nuestros jóvenes prefieran la red a la televisión. Muchos de ellos ya no podrían imaginarse su vida sin sus redes sociales. En torno a ellas, conceptos como relacionarse o amistad adoptan nuevos significados.
¿Cómo afecta esto a nuestros jóvenes, cuando sus abuelos y aún muchos padres son analógicos?
Con la aparición de la infancia digital, han surgido términos como nativos digitales o generación en red, en contraposición a una generación analógica representada por sus abuelos o padres. Esta terminología ha llevado a la opinión pública a considerar a niños y jóvenes más competentes que sus padres o profesores, en el uso de la innovación tecnológica. Esta creencia es bastante reduccionista, al considerar que ser competente es saber utilizar de forma experta las funcionalidades del ordenador o del móvil. Algunos educadores e investigadores en este campo, nos preguntamos si el uso de la tecnología por sí mismo supone poseer las habilidades necesarias para convertir a los jóvenes en verdaderamente competentes. Contestar a esta pregunta no es fácil, para eso tenemos que mirar con atención y sin ideas preconcebidas, a los entornos cada vez más digitales donde viven y se desarrollan nuestros jóvenes.
En los medios de comunicación proliferan las noticias negativas y alarmistas sobre el uso de la tecnología, ¿qué estamos haciendo mal?
En la actualidad hay una preocupación extendida ante los riesgos detectados en el uso de las tecnologías y la red. Aunque entendemos la necesidad de la investigación e intervención para prevenir y paliar estos riesgos, creemos que también es importante visibilizar las oportunidades que estas tecnologías nos ofrecen y que no podemos separar de los nuevos escenarios y prácticas surgidas alrededor de estos nuevos instrumentos.
Es importante analizar los nuevos escenarios donde habitan nuestros jóvenes y que sin duda son muy diferentes de aquellos en los crecimos generaciones anteriores. Frente a espacios educativos tradicionales jerárquicos, y donde los conocimientos se transmitían en una sola dirección, han surgido escenarios complejos e impredecibles alrededor de la tecnología, que posibilitan relaciones horizontales y no jerárquicas, que aportan mucha información, pero que también son muy reacios al control.
“El 75% de nuestros jóvenes prefieren la red a la televisión”
Ante esta realidad, no sólo debemos preguntarnos sobre los aspectos negativos, sino también sobre cómo los jóvenes aprenden y participan en entornos tecnológicos mediados por nuevas herramientas culturales. En estos contextos tecnológicos, el aprendizaje ya no está mediado sólo por los adultos, o los medios tradicionales, ahora la red con todas sus posibilidades, está mediatizando el desarrollo infantil. Desde esta perspectiva, la tecnología en sí misma no es positiva o negativa, es una oportunidad de aprendizaje y desarrollo, siempre que la sociedad, padres y educadores, posibilitemos espacios donde desarrollar una utilización creativa, crítica y responsable.
¿Cuáles son las claves para superar el lado oscuro de la tecnología?
Hoy en día existen expertos y programas que trabajan para investigar y tratar los problemas derivados de un mal uso de la tecnología. Nuestra experiencia de más de dos décadas trabajando con niños y jóvenes en entornos tecnológicos, nos ha demostrado que también existen otras formas de educar y prevenir estos malos usos. Esta perspectiva pone el foco en la forma de entender el mundo digital. La tecnología no sólo son instrumentos, aparatos o aplicaciones, es importante entender que a partir de ella se generan nuevos entornos y, sobre todo, una nueva cultura, que algunos han denominado cultura participativa. En esta cultura el conocimiento está distribuido, las barreras entre expertos y novatos se desdibujan, y los jóvenes adoptan diferentes roles como receptores, emisores o creadores en un entorno colectivo.
Como decíamos al comienzo, la sola exposición y participación en estos entornos, no basta para lograr que sean usuarios activos, responsables y críticos. No solo se trata de enseñar normas para mantener la seguridad, hay que enseñarles a explicar las ideas teniendo en cuenta quiénes les miran y escuchan a través de la red. Al igual que les hemos enseñado a utilizar el lápiz para escribir tenemos que enseñarles a utilizar estos nuevos instrumentos.
“Me pregunto si el uso de la tecnología en sí mismo implica tener habilidades para convertir a los jóvenes en verdaderamente competentes”
Para ello, hay que posibilitar contextos alfabetizadores un doble objetivo, por un lado explorar y analizar las prácticas que han surgido alrededor de ellos y entender el significado que tiene para los que las usan y por otra, posibilitar escenarios compartidos entre jóvenes y adultos con el propósito de que usen los instrumentos y todas sus potencialidades. El propósito general es convertirles en creadores y emisores de contenidos a la vez que se convierten en audiencias activas que comentan, critican, amplían o reelaboran contenidos. En esto la escuela y la familia tiene una gran relevancia.
¿Está la escuela preparada para este desafío?
En las últimas décadas las diferentes administraciones están haciendo un esfuerzo en dotar a las escuelas e institutos de tecnología como ordenadores o ipads. Aunque sin duda es una iniciativa muy interesante y necesaria, en ocasiones parte de una premisa demasiado simplista, pensando que la sola presencia de estos instrumentos potenciará la educación digital. Cuando nos acercamos a algunos de los centros que disponen de estas dotaciones, lo que observamos es que se utilizan para reproducir en formato digital, los contenidos que hasta ahora estaban en los libros de texto. Utilizar de este modo la tecnología es hacer un mal uso de ella y lo que es más grave no cumplir el objetivo que según los planes de la administración educativa, persiguen al introducir estos nuevos medios en la escuela.
Si queremos que contribuyan a una educación digital tenemos que diseñar escenarios educativos que contribuyan a desarrollar verdaderas habilidades y competencias digitales. Esto nos lleva directamente a la idea de la alfabetización digital que, aunque es una expresión muy utilizada por profesores y administración, no se comprende en toda su complejidad. Las experiencias que hemos llevado a cabo en las aulas nos han hecho entender que para lograr una verdadera alfabetización, las herramientas tecnológicas deben ir acompañadas de nuevos lenguajes y discursos. Conseguirlo es un gran desafío para todos.
“Para lograr una verdadera alfabetización digital, las herramientas tecnológicas deben ir acompañadas de nuevos lenguajes y discursos”
En este sentido, los educadores tenemos que empezar por entender que estos nuevos medios de expresión y comunicación poseen características diferentes a los medios tradicionales, y tenemos que formarnos para conocer y controlar los discursos que utilizan. Solo así podremos ayudar a nuestros estudiantes. Cuando escriben mensajes con sus teléfonos o participan en sus redes sociales, no solo usan texto escrito, lo combinan con imágenes, sonidos, música o vídeos. Los jóvenes utilizan constantemente discursos multimodales pero no son conscientes de sus reglas y normas, tenemos que ayudarles a descubrirlas. Para eso tenemos que permitir que en la escuela se conviertan en creadores de contenidos utilizando múltiples lenguajes y lo hagan de forma colectiva, reconstruyendo y combinando contenidos y siendo capaces de ser críticos, tanto cuando son creadores como cuando reciben mensajes creados por otros.
Nuestros jóvenes cada vez están más presentes en las redes sociales, ¿qué significa para ellos?
Las redes sociales representan una realidad cada vez más importante en la vida de niños y jóvenes. El fácil acceso a ellas a través de los dispositivos móviles como el teléfono, ha hecho que surjan nuevos escenarios donde habitar. Cada vez más, las noticias en prensa nos alertan de las prácticas inadecuadas que han surgido en estos escenarios y que sin duda hay que controlar y prevenir. Como decíamos al hablar de internet y la tecnología en general, si queremos prevenir las conductas no adecuadas, tenemos que tratar de entender esta nueva realidad relacionada con aspectos tan importantes como las relaciones sociales, la amistad, la identidad, o la participación ciudadana. Esta realidad provoca reticencia e incluso miedo entre los adultos, porque nos cuesta comprenderlo y está muy lejos de lo que ha conformado nuestra experiencia de las relaciones o de la amistad.
“Necesitamos espacios para hacer un uso creativo, crítico y responsable de la tecnología”
Cuando preguntamos a los jóvenes sobre lo que significa para ellos redes como facebook o instagram, sus respuestas reflejan que cuando participan en ellas se sienten miembros de una comunidad donde comparten los mismos gustos o aficiones. Un buen ejemplo son las redes dedicadas a un cantante o serie de televisión. En estas comunidades es más importante lo colectivo que lo individual y están organizadas alrededor de contenidos que comprometen a los participantes, no solo en un nivel cognitivo sino también en un plano emocional. La información presente en estas redes no solo tiene importancia por su contenido sino también por el poder de circulación que le otorgan la estructura en red. Internet, desde esta perspectiva, permite formar comunidades mucho más amplias que las ofrecidas en la ciudad o en la escuela.
Manejarse en ellas de forma consciente y responsable requiere también una intervención educativa, no desde la prohibición de su uso sino desde la comprensión de estos nuevos escenarios.
Uno de los aspectos que llama más la atención, es la presencia de contenido personal y las ganas de compartirlo públicamente. ¿Por qué lo hacen?
Para contestar a esta pregunta, debemos volver a observar lo que pasa en estos entornos y en las nuevas prácticas surgidas en ellos. La presencia de fotos y vídeos, nos acerca a la idea de amistad mediada por instrumentos digitales. Los adolescentes consideran las redes como espacios para relacionarse con otros que pueden estar cerca o lejos, pertenecer al mundo físico, al mundo virtual o a ambos al mismo tiempo. Para ellos en las redes se hacen nuevos amigos, pero también se pueden consolidar los que ya tienen, compartiendo experiencias de un modo que no es posible cuando solo nos relacionamos físicamente.
Las redes les permiten compartir contenidos de una forma pública o privada y esta elección les va conformando su forma de estar y ser en la red, lo que se ha denominado como identidad digital. Los jóvenes no siempre son conscientes de que su identidad en la red posee características diferentes a la presente en el mundo físico. Estas diferencias vienen marcadas por el modo de expresión y por el lenguaje que se usa en las redes, conformado por discursos multimodales centrados en la imagen.
“El reto educativo hoy es enseñar a los jóvenes a usar la tecnología y las redes sociales”
Tenemos que ayudar a los jóvenes a entender los rasgos que caracterizan las relaciones y la comunicación en las redes sociales. Tienen que tomar conciencia de los elementos que las definen, como la persistencia del contenido que ponemos, el poder de multiplicar la difusión de cualquier mensaje o la visibilidad para audiencias públicas, en muchos casos desconocidas. Por otra parte, tenemos que enseñarles otros modos de usar las redes mirando hacia el arte digital y las posibilidades que nos ofrece la tecnología para crear y compartir contenidos que expresen su manera de ver el mundo y de participar en él. Enseñarles buenos modelos será fundamental.
Este es uno de los retos educativos más importantes que tenemos, siempre desde la comprensión del fenómeno, realizando investigaciones y creando espacios donde jóvenes y adultos compartan el uso de redes sociales y la tecnología como formas de expresión y comunicación.
Este ha sido el propósito de nuestro trabajo en estos últimos años en colaboración con entidades como Telefónica, con la que compartimos el interés por aprender y comprender, junto con niños y jóvenes, los nuevos espacios en los que viven.
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