Durante los últimos años, estamos viviendo en un mundo parecido al de los años 2000, al menos en lo referido a Internet. En ese momento, estábamos sumergidos en lo que más tarde se llamaría la burbuja Puntocom: la generalización de Internet parecía llena de oportunidades en ese momento, y todo tipo de modelos de negocio se veían como sólidos y viables. Incluso se hablaba de una Nueva Economía, como si las leyes económicas pudieran cambiarse de un día para otro. Era la fiebre del oro del momento!
Se mostró que dichos crecimientos eran insostenibles, y en algún momento la burbuja explotó llevándose por delante muchos sueños. Pasaron algunos años en los que Internet pacientemente maduró y fue ordenándose. Y, con el tiempo y aprovechando la experiencia obtenidas de los éxitos y fracasos previos, comenzaron a florecer nuevos modelos de negocio. Estos modelos se agrupan básicamente en torno a cuatro agentes (Google, Apple, Facebook y Amazon), en lo que algunos han comenzado a llamar GAFAconomía.
Lo cierto es que el valor de Internet está de nuevo subiendo, y está vez parece que va en serio. Han desaparecido los modelos de negocio disparatados y las asunciones absurdas sobre los “clicks” como inductor de ingresos. Esta vez, los negocios de Internet parecen saber cómo crear valor, y cómo monetizarlo. Y ello se traslada en un continuo incremento en el valor de las acciones, especialmente de los ejemplos más relevantes citados en el párrafo anterior.
Sin embargo, al contrario de lo que pasó en 2000, el valor de los operadores de telecomunicaciones no está creciendo esta vez en paralelo al de los servicios de Internet, al menos no en la Unión Europea. Esto es extraño, porque parece intuitivo que si el valor de algo se incrementa, también tienda a pasarle lo mismo a sus componentes.
Está claro que los servicios proporcionados por los GAFA se basan en las redes e infraestructuras de telecomunicaciones. Sin conexión, no hay Internet que buscar con Google, ni sitios móviles a los que acceder con un iPhone, ni nube de la que descargarse un libro electrónico.
Google, Apple, Facebook, Amazon y todos los demás, dan nuevos usos a la red de telecomunicaciones y, consecuentemente, la hacen más valiosa para la gente. Esto no se está reflejando en los precios de las acciones, la forma más precisa para identificar el valor de empresas y activos. Sin embargo, como se aprecia en la figura, en la burbuja de 2000 la explosión en valor de los servicios de Internet fue seguida por una explosión de valor en las telecomunicaciones, como cabía esperar.
Entonces, ¿qué ha cambiado durante estos años que pueda explicar esta diferente (y también extraña) evolución? Y, más importante, ¿podría este desequilibrio tener consecuencias en el desarrollo de la Sociedad de la Información?
En la 20 Conferencia Internacional de la International Telecommunications Society (ITS), que tuvo lugar el pasado diciembre, Telefónica presentó su investigación al respecto del fenómeno.
El punto de inicio es la teoría del valor. El valor de un bien o servicio depende básicamente de dos magnitudes: su utilidad para los individuos, y la cantidad disponible del bien (capacidad de producción, en el caso de los servicios). Como es obvio, la utilidad de la red de telecomunicaciones se incrementa cuando se hacen nuevos usos de ella, como los propuestos por los servicios de Internet. Precisamente por esta relación, la evolución ocurrida en 2000 para el valor de las telecos es la que cabía esperar.
Por tanto, para explicar la evolución durante el segundo periodo, hay que analizar la evolución de la capacidad de telecomunicaciones. ¿Hay un exceso de capacidad en Europa que pudiera explicar el estancamiento del valor de las telecomunicaciones incluso en presencia de los nuevos usos y demandas? La mayor parte de los expertos diría que no.
Parece que ni utilidad ni capacidad pueden explicar el comportamiento actual del valor de las telecomunicaciones. Pero podría haber aún otra explicación. El valor depende de la utilidad y de la cantidad solo si el mercado no está intervenido. Si el mercado está regulado, entonces el valor puede quedar afectado por esa regulación. Por ejemplo, si el precio de un bien está regulado, el precio regulado puede afectar al valor del bien.
El artículo concluye que la diferente evolución del valor de las telecomunicaciones durante los periodos analizados puede explicarse por el incremento de la presión regulatoria en la Unión Europea entre ambos periodos.
El artículo no trata sobre la cuestión de las posibles consecuencias del desequilibrio señalado para la sociedad. Sin embargo, el crecimiento desproporcionado en un cuerpo raramente es sostenible. Y esto es lo que parece estar ocurriendo en la cadena de valor de Internet, donde el valor de los servicios Dotcom explota mientras que el de las necesarias telecomunicaciones se estanca (al menos en Europa).
Se puede leer el artículo completo en inglés aquí.