Nuestros 100 años en la España vaciada

He recogido los testimonios de cómo fue esta llegada a Campillo de Deleitosa (Cáceres), y cómo su evolución permitió mejorar la vida de sus habitantes.

Descubre más sobre la llegada del teléfono en la España vaciada a través de los habitantes más ontogénicos de Campillo de Deleitosa.
Pedro Morales

Pedro Morales

Tiempo de lectura: 6 min

Telefónica cumple 100 años. En este tiempo hemos conectado muchas personas de todos los lugares del mundo. En las grandes ciudades, la llegada del teléfono no ha pasado de puntillas, pero en la España vaciada sin duda fue todo un gran hito ya que cambiaría la vida de sus habitantes para siempre.

Campillo de Deleitosa

“Campillo” como sus habitantes se refieren al pueblo, actualmente es el segundo municipio de Cáceres con menos habitantes censados según el INE, y el tercero de Extremadura. Se enclava en la comarca de las Villuercas y está dentro del Geoparque Mundial UNESCO Villuercas Ibores Jara. Si quieres conocer más sobre su entorno natural y su acueducto romano, te dejo este enlace

Este municipio que hoy solo tiene 83 habitantes censados llegó a tener más de 600 en 1950. La población fue emigrando a grandes ciudades como Madrid o Vitoria, pero también otros países como Francia y Argentina. Parte de esa población que emigró está volviendo a habitar el pueblo tras la jubilación por largos periodos, o incluso de manera permanente.

Con este precedente, el teléfono fue (y es hoy también) fundamental para poder conectar con las personas que estaban y están lejos.

Aurelio,103 años de sabiduría

Ovidio tiene 82 años y su padre Aurelio, 103 años. Éste no recuerda cuando llegó el teléfono a Campillo solo cree que ya estaba casado. Lo que sí que recuerda es que pusieron el teléfono en el pueblo con el dinero que sacaron de arrendar el coto, es decir los propios vecinos fueron los que pagaron la instalación del teléfono. Este aparato se encontraba en casa de “tío Román”. Tenía la centralita, y si querías llamar, tenías que ir allí.

Eusebio y Alfonsa, de los primeros “telefónicos” de Campillo

Eusebio tiene 91 años y Alfonsa, 86 años. Ambos recuerdan que había un teléfono en el transformador, éste fue primer teléfono del pueblo y sirvió para comunicarse entre los empleados de la compañía eléctrica. Después llegó el primer locutorio, del cual ellos eran los encargados. En este lugar había “un cacharro que estaba ahí colgado en la pared, tu marcabas el número de tu amigo o de tu amiga, o de quien fuera, y hablabas un rato… y arreglo de lo que hablabas allí, tenías que pagar lo que ponía en el contador de pasos. Los había que tenían la cara muy dura y si no marcaban bien, borraban los pasos”. La pareja nos cuenta que tenía “truco”. Había personas que al marcar “se equivocaban”, y entonces le daban y borraban los pasos. Me comentaban entre risas.


Recordamos juntos también a qué personas llamaban más. Eusebio se comunicaba vía telefónica mucho con Andrés Pérez, que tenía un almacén de materiales, ya que era albañil y necesitaba de sus productos. Cree recordar que rondaban los años 70 u 80…pero no lo sabe con seguridad. A Alfonsa, su esposa, le llamaban desde Francia, para hablar con gente del pueblo. De hecho, muchas veces, Alfonsa tenía que ir a buscar a la persona que llamaban, o había gente que esperaba en el locutorio, porque un familiar les iba a llamar a una hora determinada.

Como parte de la entrevista, me gusta comentarles que ahora lo que más se usa para comunicarnos es la mensajería instantánea, como WhatsApp o el correo electrónico. Ellos no dudan en recordarme la importancia de poder “escuchar la voz de la persona que te está llamando, no es lo mismo que leerlo en un mensaje, o en una carta.” A Alfonsa, por ejemplo, el hecho de escribir una carta le parecía que demostraba un interés especial por la persona, por el tiempo invertido en redactarla y enviarla.

En los años 50 ya tenían teléfono en el cuartel donde Eusebio hizo la mili, pero, no les dejaban usarlo apenas así que para comunicarse con sus seres queridos tenían que hacerlo por carta.

Carmen, Enrique y Marta: “A nosotros el teléfono, nos dio la vida”

Carmen (80 años) y Enrique (83 años) llevan casados 60 años. Marta (82 años) es su amiga y alrededor de un rico café me cuentan su experiencia.

Enrique trabajó poniendo los hilos de teléfono que llegaron al pueblo, mientras trabajaba en una central eléctrica. Entonces tenía 17 años. Me cuenta que “estaba poniendo la línea de tensión desde Guadalupe hasta Bohonal. Y estando de vacaciones le llamaron. Había un empalmador que era el único oficial que había, y ellos pusieron el hilo. Los postes ya estaban puestos, y como Enrique sabía subir con los trepadores, le contrataron”. Pusieron el hilo desde el cruce de Mesas hasta la centralita de Campillo, que la llevaba Francisca Porras Rivero.

Juntos recordamos las primeras llamadas que hicieron entorno a finales de los años 50, pero me cuentan que no fue hasta 1957 cuando llegó el teléfono a Campillo: “Pedíamos una conferencia en la centralita a tal número, y era muy importante para nosotros, ya que las cartas tardaban antes un mes en llegar”.

Paca, la primera telefonista de Campillo

Paca fue la primera telefonista de aquel lugar. Recuerdan como trabajaba 24 horas y que estaba de guardia siempre.  Ella ponía las conferencias. Aunque realmente en el pueblo, el primer teléfono como tal fue instalado en 1917, antes funcionaba a través de las líneas de alta tensión de la central eléctrica.

Pero ¿cómo se hacía posible esta transmisión? Desde las centrales eléctricas se pedía permiso a los pueblos para introducir la corriente a los cables, porque antes, de día no había luz, solo de noche. Ese proceso servía para dar un recado o por ejemplo “para llamar a otro pueblo para que preguntasen en la farmacia si tenían una medicina. Si te decían que sí, cogías el caballo e ibas a por ella”. Como el cable no tenía corriente, se conectaban dos hilos a una dinamo y se llamaba.

Marta fue maestra y vivió fuera del pueblo muchos años. Carmen y Enrique también estuvieron fuera un largo tiempo. Recuerdan, con anhelo, haber estado alguna vez más de tres horas para poder hablar entre ellos.

Las nuevas formas de comunicación

La forma actual de comunicarnos, a través de la mensajería instantánea, no les convence demasiado, aunque piensan que es una forma de interlocución rápida. Todos ellos prefieren “escuchar la voz”.  Enrique nos señala que para él “WhatsApp es una autopista que te permite viajar muchísimo y conocer muchas cosas”.

Carmen relata que cuando su padre puso el teléfono, lloraba de felicidad ya que podía comunicarse con su familia desde Francia de una manera más sencilla. Este avance, para ellos, “era (y es) la forma de acercar a la familia, y a los amigos”. Si escuchaban sus noticias de viva voz, sabían, a ciencia cierta que estaban bien, mientras que a través de cartas era más difícil de creer.

Hoy en día Carmen habla con sus hijos y Marta con su hermana todos los días. Es fundamental para ella estas llamadas para saber si están bien y mantenerse conectadas con ellos.

(Muchas gracias a todas las personas que han hecho posible este artículo).


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