El concepto y el debate sobre la neutralidad de la red surgió en el año 2003 en Estados Unidos. Ese año, Estados Unidos había descartado un enfoque regulatorio de las telecomunicaciones como el que promovía Europa, basado en la obligación impuesta a los antiguos monopolios de ofrecer servicios mayoristas de banda ancha a los nuevos operadores.
El regulador estadounidense consideró que los operadores de telecomunicaciones, en ausencia de obligaciones de desagregación de bucle como las existentes en Europa, tendrían un cuasi monopolio sobre la red de acceso que llegaba a los hogares estadounidenses. Esto les daría un poder extraordinario para controlar los contenidos o aplicaciones a los que los usuarios podrían acceder a través de Internet. Este debate condujo a la publicación en 2005 de las primeras directrices sobre la neutralidad de la red en Estados Unidos: la Declaración de Política de Internet.
En un contexto de debate internacional sobre el tema, Europa aprobó 6 años más tarde, en 2009, una primera recomendación sobre neutralidad de la red, y en 2016, la regulación de la Internet abierta. El nivel de competencia que existía y existe en el mercado europeo de las telecomunicaciones ha sido siempre el mejor y principal garante de una Internet abierta en Europa. Por lo tanto, el debate llegó a Europa de alguna manera forzado, y con poco impacto en la realidad europea de Internet, como ha reconocido el organismo regulador europeo BEREC en sucesivos informes.
Esta realidad siempre ha estado definida por el apoyo de la industria de las telecomunicaciones a los principios originales de la neutralidad de la red: la protección de los usuarios de Internet frente al poder de algunas empresas del ecosistema de Internet para controlar las aplicaciones, los servicios o los contenidos que los usuarios podían utilizar.
De la Neutralidad de la Red a la Neutralidad Digital
En la actualidad, es más relevante que nunca recordar la razón por la que se creó la regulación de la Internet Abierta, y los principios que esta normativa perseguía: proteger a los usuarios de Internet para que ninguna empresa pudiera condicionar los contenidos, servicios y aplicaciones a los que se puede acceder a través de Internet. En 2022, el ecosistema de Internet ha cambiado drásticamente respecto al de 2003. El mercado de las telecomunicaciones en la UE ofrece a los clientes una amplia variedad de opciones, incluso más que en 2003. En este contexto, es difícil imaginar que un operador bloquee algún contenido o aplicación. Este comportamiento nunca sería aceptado por los clientes de ese operador y por tanto se arriesgaría a perder usuarios e ingresos en favor de otro operador que decidiera no hacerlo.
Como la propia Comisión Europea reconoció al lanzar la propuesta de la Ley de Mercados Digitales, la amenaza a la Internet abierta proviene hoy de esas empresas globales y gigantes que actúan como gatekeepers de Internet. De hecho, el espíritu de la regulación de la neutralidad de la red se refleja hoy más claramente en la Ley de Mercados Digitales que en cualquier otra iniciativa. Hoy en día, una Internet abierta se basa mucho más en el concepto de «Neutralidad Digital», con un alcance más amplio que el concepto de «Neutralidad de la Red» definido en 2003.
Distorsionar los principios de la Neutralidad de la Red para proteger los intereses de los gatekeepers
Ante esta nueva situación, sorprende el planteamiento adoptado por los reconocidos como «gatekeepers» de Internet por la DMA. Estas empresas afirman que la regulación de la neutralidad de la red debe impedir que los operadores de telecomunicaciones puedan pedir a algunas de ellas, solo a las empresas generadoras de tráfico sistémicas [1], que paguen por el uso intensivo de la red que necesitan para prestar sus servicios. Es decir, que contribuyan equitativamente al aumento de los costes de despliegue y de red que produce el tráfico que generan.
Defender que la preservación de una Internet abierta implica que los gatekeepers de Internet no deben pagar por los recursos de terceros que utilizan, además de difícil de justificar, es una interpretación tortuosa de la normativa. Además, parece muy alejada de los principios de neutralidad de la red, destinados a garantizar los derechos de los usuarios de Internet desde 2003.
Un reglamento que pretende proteger a los usuarios de Internet del mal comportamiento de los gatekeepers de Internet se convertiría en una herramienta para proteger a los mayores gatekeepers de Internet de pagar por los recursos que consumen al prestar sus servicios. Esto sería una interpretación triste y equivocada de los principios que inspiraron la regulación de la Internet abierta.
El debate sobre la contribución justa a la financiación de las redes en sus justos términos
El debate que los operadores han abierto recientemente sobre la necesidad de que los generadores de tráfico sistémicos contribuyan de forma justa al despliegue de la red no tiene nada que ver con el debate sobre la neutralidad de la red.
Más bien al contrario, este debate trata sobre cómo restablecer los principios de una Internet abierta en un ecosistema en el que un pequeño número de empresas, con cotizaciones de trillones de dólares, han conseguido alcanzar una posición de gatekeepers globales. Esto les permite imponer sus reglas y su modelo económico al resto de la cadena de valor. Aquí también podemos incluir, irónicamente, a los operadores de telecomunicaciones que respetan la regulación de la neutralidad de la red. Es una discusión más cercana a los principios que impulsaron la regulación de la neutralidad de la red, que a la sorprendente y sesgada interpretación que estamos escuchando.
Es importante señalar que recientemente, tanto el BEREC como la Comisión Europea han declarado, en varias ocasiones y a través de varias voces, que nadie está cuestionando la preservación de los principios de la Internet abierta. Tampoco lo hacemos los operadores de telecomunicaciones. Lo que creemos es que es precisamente el debate sobre la contribución justa lo que permitiría a la UE avanzar en la defensa de esos principios.
Las redes de telecomunicaciones como un mercado de doble cara
Esta discusión es, de hecho, un debate sobre la naturaleza de las redes y servicios de telecomunicaciones como un mercado de doble cara, como muchos otros modelos de negocio en Internet, donde ambas caras de la red se benefician. En la actualidad, solo una cara del mercado, los usuarios de Internet, contribuye a sostener económicamente y a mejorar constantemente la infraestructura de telecomunicaciones que hace posible este mercado. ¿Por qué la otra cara del mercado, los proveedores de servicios/contenidos, deberían estar exentos de pagar por su uso?
No deja de ser irónico que estos gatekeepers se opongan a la naturaleza de mercado de doble cara de las redes de telecomunicaciones, cuando la mayoría de sus modelos de negocio en Internet se basan en esta dinámica de mercados de doble cara. Quizás el hecho de tener que pagar por estar en una cara del mercado en lugar de recibir el pago como si estuvieran en el centro del mercado podría ser una pista relevante sobre esta reacción.
La necesidad de actualizar el modelo existente
El debate que han abierto los operadores es si este modelo es sostenible y debe conservarse. Este modelo se creó en los años 90, al principio de la era de Internet basada en páginas web, cuando el ecosistema estaba mucho más equilibrado que el actual y no había grandes compañías. Esto se parece poco al ecosistema de Internet de 2022, caracterizado por una Internet de plataformas, y con unas pocas empresas globales gigantes que ocupan una posición de extraordinario dominio en el ecosistema. En la década de 1990 era imposible imaginar que 30 años más tarde solo 6 empresas generarían más del 60% de todo el tráfico mundial que circula por Internet. Eso difícilmente podía estar en la mente de quienes diseñaron el actual modelo de contribuciones en Internet.
Mantener este modelo solo significa que toda la carga de sostener económicamente las redes actuales y, lo que es más importante, las nuevas redes necesarias para la web3 y el metaverso, seguirá recayendo en una sola parte: los operadores de telecomunicaciones y sus clientes.
Es perfectamente comprensible que las grandes empresas, que tanto se han beneficiado de este modelo hasta el punto de convertirse en los nuevos gatekeepers de Internet, quieran mantenerlo para siempre. Preferirían no tener que soportar ningún coste adicional, a pesar de su dominio en el ecosistema y del extraordinario valor que han acumulado en el escenario actual.
Comprometidos con una Internet verdaderamente abierta
Es necesario un esfuerzo por parte de los operadores europeos en su propuesta de contribución justa. Es evidente que hasta ahora la explicación pública de los operadores no ha sido lo suficientemente completa y clara. Tal vez esta sea la razón que puede haber llevado a algunos grupos de interés, activistas e incluso europarlamentarios a considerar, tras la bandera de una Internet abierta, que el modelo actual debe preservarse bajo un argumento tan ajeno a este debate como el de la neutralidad de la red.
La Unión Europea no puede fracasar en la consecución de los objetivos que se ha marcado en su Brújula Digital 2030. Es hora de dar una oportunidad a la sociedad digital europea. Esperemos que esta vez sea en una Internet verdaderamente abierta.
[1] El «generador de tráfico sistémico» es una empresa o grupo de empresas que entrega tráfico a un ISP por encima de un umbral muy estricto.