La semana pasada tuvimos la suerte de asistir a un coloquio del analista y columnista Moisés Naím y Javier Solana, presidente del Aspen Institute España, en Distrito Telefónica, la sede de la compañía en Madrid. La idea era desgranar las principales ideas del último libro de Naím, “El fin del poder”, elegido por “The Washington Post” como una de las obras del año.
Naím, un ciudadano global y un intelectual consciente, según Solana, explicó que “algo está pasando con el poder. Actualmente es más difícil de usar y más fácil de perder; más efímero”. En su opinión esto no sólo ocurre en la política, sino también en las empresas privadas, en todos los ámbitos. Para ilustrarlo se refirió a la caída o crisis de gobiernos, grandes corporaciones y bancos que parecían intocables. En relación a los negocios, “un estudio de 2010 descubrió que, mientras que hace veinte años las empresas tenían por término medio un 20% de probabilidades de que su reputación sufriera un desastre en un periodo de cinco años, hoy esa probabilidad es del 82%”, explica en su libro Naím.
¿Por qué se degrada el poder? “Debido a la gran cantidad de cambios que están ocurriendo”, cambios que el experto aglutina en lo que llama las revoluciones “del más” (más habitantes, más esperanza de vida, más educación, ingresos…), de la movilidad (ese “todo” también se expande cada vez más: se mueven las personas, el dinero, la información… en parte gracias a las nuevas tecnologías y modos de comunicarse) y de la mentalidad (crece la importancia que se da a la transparencia, los derechos de propiedad, las minorías e incluso los accionistas minoritarios). Estas revoluciones reducen la eficacia de las barreras en las que se escudan los que tienen poder ejercido a través de la fuerza, el código (originado en la obligación moral), la persuasión y/o la recompensa por la obediencia.
¿A favor de quién se pierde el poder? “En el mundo moderno es más probable que gane el débil, que no el fuerte”, dice Naím. Por ejemplo, hoy en día, “la tecnología militar de mayor impacto del siglo XXI son las bombas ‘hágalo usted mismo’ y los drones por control remoto”. La competencia, amenazas y riesgos suelen salir de lugares donde no nos esperamos, de ahí, que según Naím haya que “tener una visión periférica que permita estar pendiente de lo que pasa en ámbitos más lejanos y que puedan tener influencia en tu proyecto o negocio”.
Claro que, como dijo Solana, “dirigir es complicado”. Los políticos tienen que hacer la política de los bienes públicos, más que de los bienes privados. En efecto, “debido a la globalización –comentó Naím- han surgido muchos problemas que no pueden ser cubiertos por un estado, y que requieren una acción colectiva internacional eficaz. El déficit más peligroso del mundo es la brecha entre la demanda y la oferta”.
¿Qué va a pasar entonces en el futuro? En opinión de Naím, el mundo está a las puertas de una explosión de innovación política. “Hoy todo está transformado por la tecnología, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. La innovación está por todas partes, excepto en la manera en cómo nos gobernamos”.