Michael J. Sandel, profesor de Administración Pública en la Universidad de Harvard, ha visitado España para participar en una de las habituales conferencias de Aspen Institute España y compartir con el público su visión sobre los límites morales de los mercados. Para Sandel, hoy en día la gente se siente frustrada con los políticos y con el debate político. La clase política se ha convertido en un problema tecnocrático que desalienta a los ciudadanos a participar en el debate político.
En la actualidad hay muy pocas cosas que no se puedan comprar. Es posible comprar hasta el puesto en la lista de espera para asistir a una audiencia en el senado estadounidense, y durante la guerra de Iraq había más empresas de seguridad privada que soldados en los ejércitos de coalición. El profesor Sandel, autor del libro “Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado”, opina que hemos pasado de tener una economía de mercado a tener una sociedad de mercado en la que todo está a la venta: la educación, la defensa, la sanidad…
Durante los últimos 20 años hemos vivido la corrupción de los valores ajenos al mercado, su desaparición. Por ejemplo, cuando pagamos a los niños para que asistan al colegio o para que saquen buenas notas. Los niños ya no estudian porque tengan ganas de aprender; lo hacen por dinero.
Sandel propuso al público un debate sobre la introducción de principios de mercado en la toma de decisiones sobre la inmigración. El público no tenía una opinión unánime sobre si resulta ético o no pagar para conseguir un visado. El profesor fue más allá, y le preguntó a su audiencia si consideraba ético pagar por un riñón. Sin embargo, todavía quedan ciertas cosas que no se pueden comprar, como la amistad. El valor que damos a las cosas es la clave para determinar qué pone en riesgo nuestra dignidad y qué no.
El atractivo del mercado en la toma de decisiones es que no juzga y, por lo tanto, nos libera de toda cuestión ética o debate sobre los valores. Esta fe en los mercados ha perjudicado al discurso público durante las últimas décadas y ha provocado una pérdida de debates morales en la sociedad.
Para revitalizar el discurso público, los ciudadanos deben debatir sobre los temas, sobre los valores y sobre el tipo de sociedad que queremos para el futuro. La democracia exige que la gente alcance acuerdos para que entre todos aprendamos a velar por el bien común. Porque al final, ¿se reduce todo a cómo queremos vivir? ¿De verdad queremos que los mercados decidan por nosotros?