Un cerebro proverbial en el que todos los mundos confluyen e iluminan nuevas formas de pensamiento. Imaginemos volver a tener en nuestras vidas esa etapa de “pensamiento mágico” de los niños, en el que nada es imposible y todo puede pasar.
Ser capaces de “dejar volar la imaginación” es un don que vamos perdiendo con el paso de los años y que parece casi imposible de recuperar, excepto cuando alguien te pregunta qué harías si te tocara la lotería de esta semana. La absoluta realidad es que, si bien hay personas con gran creatividad, cuya imaginación fluye sin obstáculos, los más comunes de los humanos tenemos que enfrentarnos a momentos en los que nos sentimos bloqueados y sin ideas.
La chispa que enciende nuestra imaginación
En realidad, la creatividad es esa característica que nos hace humanos, y como con todo, hay veces que está más preparada y otras veces necesita ser alimentada para crecer y brillar con fuerza. Es una habilidad que, aun siendo intrínseca, podemos entrenar para nuestro crecimiento personal, contribuyendo a un mundo más innovador y vibrante. Cada idea original que se nos ocurre, por pequeña que sea, es un paso hacia la innovación en cualquier ámbito de nuestra vida.
En este mundo que cambia a un ritmo vertiginoso, ser capaz de adaptarse es más que una habilidad, es una necesidad. La creatividad se convierte entonces en un kit de herramientas mental que nunca deja de crecer; cuanto más lo usamos, más versátil se vuelve. Y así podemos adaptarnos a las nuevas realidades y transformar el mundo a nuestro alrededor.
A través de nuestros pensamientos creativos, dejamos fluir nuestra imaginación como expresión de quiénes somos. Mostramos al mundo nuestras emociones, pensamientos y sueños. Ya sea pintando un lienzo, componiendo una melodía o juntando palabras en una historia, estamos poniendo un pedazo de nuestra alma en cada creación. Y eso es hermoso. Es una forma de desnudar nuestro ser interior y compartirlo, creando conexiones genuinas con aquellos que se encuentran con nuestras obras.
Y cuando se trata de resolver problemas, especialmente esos que parecen no tener salida, la creatividad es nuestra mejor amiga. Se dice que el 60% de los responsables de capital humano en las empresas consideran la creatividad como la habilidad más importante en el lugar de trabajo. Y tiene sentido, porque pensar de manera diferente, girar el problema hasta que encontramos una grieta, facilita la solución.
Claro, que no siempre es tan sencillo como darle a un botón en nuestras cabezas y ¡chas! Idea nueva e innovadora. Hay veces que simplemente, no sabemos ni donde está el botón, ni cómo pulsarlo, o ni siquiera sabemos dónde dejamos la cabeza.
El síndrome de la página en blanco
El síndrome de la página en blanco, también conocido como bloqueo del escritor, es un fenómeno que ha sido objeto de estudio y reflexión desde hace décadas. Aunque no se puede precisar una fecha exacta de su origen, se ha documentado ampliamente en la literatura y en las artes desde el siglo XX, coincidiendo con el auge de la publicación profesional y la creciente presión por la productividad creativa. Este síndrome se caracteriza por la incapacidad temporal de un escritor para comenzar a escribir o continuar una obra ya iniciada, y se ha convertido en un tema recurrente en la cultura popular, reflejando la lucha universal contra las barreras mentales de la creatividad.
Las causas del síndrome de la página en blanco son variadas y pueden incluir la presión por cumplir con expectativas externas, el perfeccionismo, el miedo al fracaso o al juicio de los demás, y la falta de inspiración o motivación. Según algunas investigaciones, alrededor del 70% de los escritores experimentarán alguna forma de bloqueo creativo en algún momento de su carrera. A esto, debemos unir la ansiedad asociada a este síndrome, tanto por ser una causa como un resultado de dicho bloqueo.
Todos hemos escuchado esta expresión refiriéndose a una creatividad puramente artística, pero ¿sabías que el síndrome de la página en blanco también se da en la innovación? Se trata de un bloqueo que impide el flujo de pensamientos e ideas, y es algo que todos experimentamos en algún momento. La clave para superar este dilema suele ser simplemente comenzar con algo, lo que sea, y permitir que el trabajo evolucione desde allí, gracias a distintas estrategias que podemos usar en esos momentos de bloqueo. Por ejemplo, trabajar en un espacio diferente o realizar una actividad física antes de sentarse a escribir puede estimular el cerebro de nuevas maneras. Según investigaciones, realizar una caminata puede aumentar la creatividad en un 60%. Son métodos y técnicas que, no solo ayudan a superar el bloqueo temporal, sino que también entrenan el cerebro para adoptar un enfoque más flexible y abierto hacia el pensamiento creativo.
¿Aprender a imaginar?
En la década de 1990, Morgan McCall, Robert Eichinger y Michael Lombardo desarrollaron el modelo 70/20/10 sobre el aprendizaje y desarrollo, referencia clave en la formación corporativa y profesional. Este modelo sugiere que el aprendizaje efectivo proviene de tres fuentes distintas:
- 70% de aprendizaje experiencial: Se refiere al conocimiento y habilidades adquiridos a través de la experiencia práctica y el desempeño laboral. Esto incluye las tareas diarias, los desafíos y proyectos en los que participa una persona, y se basa en la idea de que la experiencia directa es el maestro más efectivo.
- 20% de aprendizaje social: Este porcentaje representa el aprendizaje que ocurre a través de la interacción con otros. Incluye la mentoría, el coaching, el feedback constructivo y el aprendizaje de colegas y compañeros de trabajo. Es el aprendizaje que se da en un contexto de relaciones y colaboración.
- 10% de aprendizaje formal: Este es el aprendizaje que se adquiere a través de cursos, seminarios, talleres y cualquier otro tipo de formación estructurada. Aunque representa la menor parte del modelo, es un componente fundamental que proporciona la base teórica y conceptual necesaria para el desarrollo profesional.
La creatividad, como habilidad, se puede y debe desarrollar bajo el mismo modelo: accediendo a formación reglada como cursos o libros que versen sobre metodología creativa (10%); aprendiendo a partir de la relación con otros y de su reacción a nuestro ejercicio creativo (20%); y, sobre todo, a través de la propia experiencia, superando el miedo a la página en blanco, a través de distintos métodos que facilitan el pensamiento creativo y desbloquean nuestra imaginación. Practicando, practicando y practicando.
10 métodos para impulsar tu creatividad
“Cada maestrillo tiene su librillo”, decía mi madre. Y es cierto, cada cual sabe cuáles son sus trucos para fomentar la imaginación. Sin embargo, podemos concentrar los métodos de proceso creativo en 10 técnicas principales:
- Brainstorming (lluvia de ideas): muchos pueden pensar que es una técnica manida y que suele derivar en ideas absurdas y extravagantes. Lejos de esa concepción, la lluvia de ideas es una técnica perfecta para encontrar soluciones creativas a problemas específicos. Se basa en la premisa de que al reunir a un grupo de personas y permitirles compartir sus pensamientos de manera libre y sin restricciones, se pueden generar más ideas de las que una persona podría concebir por sí sola. Así se fomenta la participación de todos los miembros del equipo, estimula el pensamiento creativo, y puede llevar a soluciones innovadoras que de otra manera podrían no haberse considerado. Por ejemplo, en una agencia de publicidad, un equipo podría utilizar el brainstorming para generar ideas para una nueva campaña, donde cada miembro aporta diferentes perspectivas y conceptos, lo que podría resultar en una estrategia publicitaria única y efectiva. Además, estudios han demostrado que el brainstorming puede aumentar la producción de ideas en un 50% en comparación con los métodos de trabajo individuales.
- Brainwriting: se centra en la escritura individual antes de compartir con el grupo. A diferencia del brainstorming, donde las ideas se discuten en voz alta, el brainwriting permite a los participantes escribir sus ideas en silencio y de manera anónima. Esto puede ser especialmente beneficioso para grupos con dinámicas de poder desiguales o para aquellos que son más introvertidos, proporcionando un espacio seguro para la expresión creativa sin temor a ser juzgado inmediatamente. Un ejemplo de su aplicación podría ser en una reunión de desarrollo de productos, donde cada miembro del equipo escribe ideas sobre cómo mejorar un producto existente. Las ideas se recopilan y discuten colectivamente, lo que a menudo resulta en una lista más diversa y completa de opciones a considerar.
- Análisis Morfológico: Desarrollado por el astrónomo Fritz Zwicky en 1969, se trata de impulsar la generación de ideas innovadoras mediante la descomposición de un concepto o problema en sus componentes fundamentales, lo que permite explorar todas las posibles combinaciones de estos componentes para encontrar soluciones originales y efectivas. Esto nos permite abordar problemas complejos de manera estructurada, fomentar el pensamiento lateral y descubrir conexiones no evidentes entre diferentes elementos. Por ejemplo, en el diseño de un nuevo producto, el análisis morfológico podría utilizarse para combinar diferentes características de funcionalidad, estética, ergonomía y sostenibilidad.
- Analogías: este método inspira la creatividad en base a situaciones o conceptos similares a los que se están abordando, rompiendo los patrones de pensamiento convencional y permitiendo observar el problema desde una perspectiva diferente. Por ejemplo, el “efecto mariposa” en la teoría del caos, que compara el impacto de pequeñas acciones con el aleteo de las alas de una mariposa causando un tornado al otro lado del mundo, es una analogía que ha inspirado a muchos a pensar en cómo pequeños cambios pueden tener grandes consecuencias.
- Biomimética: o lo que es lo mismo, utilizar problemas ya resueltos en la naturaleza y aplicar dichas estructuras. Esta metodología implica estudiar estructuras, procesos y sistemas biológicos para aplicarlos en la resolución de problemas humanos. Un ejemplo clásico es el estudio de la superficie de las hojas de loto, que ha llevado al desarrollo de materiales con propiedades autolimpiantes.
- Diagrama de Venn: se trata de una herramienta visual que representa gráficamente las relaciones lógicas entre diferentes conjuntos de información. Consiste en círculos que se solapan, cada uno representando un conjunto de elementos, y las áreas de intersección muestran elementos comunes. Fomenta un análisis estructurado de las relaciones y las diferencias, lo que puede llevar a grandes revelaciones creativas e innovadoras.
- Mapas Mentales: basados también en la visualización, los mapas mentales consisten en un diagrama centrado en una idea principal de la cual se desprenden ramificaciones que representan conceptos secundarios y detalles relacionados. A diferencia del diagrama de Venn, además de facilitar la visualización de conexiones entre ideas, promueve la asociación libre y ayuda a la memoria y la organización del pensamiento. Por ejemplo, un escritor podría usar un mapa mental para planificar la trama de una novela, comenzando con el tema central y expandiéndose hacia los personajes, escenarios y conflictos clave.
- Cuadrantes: dividimos un problema o proyecto en cuatro perspectivas: emoción, pensamiento, física e intangibilidad. Por ejemplo, en el desarrollo de un nuevo producto, se podrían establecer cuadrantes para analizar el diseño, la funcionalidad, la experiencia del usuario y la viabilidad del mercado. Al evaluar cada uno de estos aspectos por separado, el equipo puede identificar oportunidades y desafíos específicos, lo que puede resultar en un producto más refinado y exitoso.
- Sombreros para Pensar: probablemente otro de los métodos más populares, junto al brainstorming, es una forma estructurada y lúdica de observar distintas perspectivas para el impulso de la creatividad. Creada por Edward de Bono, esta técnica se basa en seis sombreros de colores distintos, donde cada color representa una dirección de pensamiento: blanco para los hechos, rojo para las emociones, negro para el juicio crítico, amarillo para el optimismo, verde para la creatividad y azul para el proceso. Esta técnica no solo enriquece la discusión y fomenta la creatividad, sino que también facilita los procesos de toma de decisiones.
- Revisión del problema: el método más olvidado. A veces, volver al punto de partida y replantear el problema puede ser el empujón que necesitamos para desbloquear nuestra imaginación. Al cuestionar y descomponer el problema en sus elementos más fundamentales, es posible identificar aspectos previamente ignorados o mal interpretados que pueden abrir la puerta a soluciones innovadoras. Por ejemplo, si una empresa está luchando por aumentar las ventas, revisar el problema desde el principio podría implicar volver a evaluar quiénes son realmente sus clientes objetivo, qué valor les ofrece el producto y cómo se comunica ese valor. En resumen, volver a las raíces de un desafío puede ser una estrategia poderosa para revitalizar el proceso creativo y descubrir nuevos caminos.
Como hemos visto, la creatividad no es un destello de inspiración; es un compromiso con el proceso de dar vida a nuevas ideas, de dar forma a lo que aún no existe. Así que, cuando nos enfrentamos al temido síndrome de la página en blanco, recordemos que no es un callejón sin salida, sino una invitación a comenzar de nuevo, a mirar con ojos frescos y a encontrar el botón que enciende nuestra imaginación. No necesitamos la excusa de una lotería ganada para desatar nuestra creatividad; tenemos el poder de hacerlo en cualquier momento, simplemente permitiéndonos ser curiosos, abiertos y dispuestos a experimentar. Así que, imaginemos ahora…