Redacción
La sostenibilidad corporativa es la capacidad que tiene una compañía para prosperar, en un entorno cambiante y globalizado, mediante la anticipación y la gestión de los factores de su entorno económico, social y ambiental que producirán las oportunidades y los riesgos en su modelo de negocio con el devenir del tiempo. Es decir, cuando hablamos de responsabilidad Corporativa o Sostenibilidad no hablamos de filantropía, sino de negocio. En la medida en la que nuestra empresa sea capaz de generar un impacto positivo con su actividad en el progreso económico, tecnológico y social de su entorno, y de ganar la confianza de sus grupos de interés, será capaz de garantizar su propia sostenibilidad como compañía.
Durante los últimos treinta años se ha producido un cambio fundamental en las valoraciones que los mercados financieros hacen de las compañías cotizadas en Bolsa. Si en 1975 la capitalización bursátil de las acciones cotizadas en el S&P500 estaba explicada en un 80% por el valor de los activos tangibles, en 2010 esa proporción queda reducida a algo menos del 20%. Es decir, los inversores están aumentando significativamente el valor que otorgan a los activos intangibles de las compañías, a aquellos factores que no son medibles con los tradicionales análisis financieros y que ofrecen más confianza en la sostenibilidad de los negocios (o menos percepción de riesgo) más allá de la proyección a corto plazo de la cuenta de resultados. La capacidad de generar valor de estos activos intangibles se muestra en la relevancia de las marcas, su presencia en la sociedad, su capacidad de comunicar fiabilidad, calidad y compromiso, y la gestión activa de los riesgos y oportunidades ambientales y sociales a los que la actividad empresarial debe enfrentarse en el largo plazo. Esto es, su Sostenibilidad como expresión de su capacidad de crear valor.
Entre los analistas financieros que valoran habitualmente Telefónica para ofrecer a sus clientes el precio objetivo de la acción, es cada vez más normal encontrar en sus análisis técnicos que el valor terminal representa alrededor de la mitad del valor objetivo que otorgan a la acción. Pero, ¿qué seguridad tiene un inversor de que Telefónica podrá seguir obteniendo dentro de veinte años ingresos de sus clientes, calidad de sus proveedores, mercados abiertos a sus productos y servicios, cuando la tecnología probablemente haya cambiado varias veces? Pues aquella que pueda ofrecer su política de sostenibilidad, su manera de anticipar y gestionar los factores de riesgo y oportunidad que su actividad como empresa genera en el entorno de sus grupos de interés.
Además, la relevancia económica de una buena política de sostenibilidad no se genera exclusivamente en el largo plazo, sino que tiene cada vez consecuencias más evidentes a corto plazo, ya que favorece el valor de la marca, atrae a los mejores empleados y genera una disminución de las primas de riesgo asociadas a los gastos de la financiación de las compañías. Y es que los mercados financieros son cada vez más conscientes de los riesgos financieros y de reputación que pueden derivarse de problemáticas sociales o medioambiente. Los inversores están mostrando mayor interés, en parte, porque el riesgo de cambio climático está interconectado con los cambios demográficos proyectados y el crecimiento de la clase media en los mercados emergentes, lo que traerá un incremento consecuente de la demanda de materias primas y energía y de sus precios. No es extraño, por tanto, que las empresas líderes en la gestión ambiental sean las que mayores retornos están produciendo para sus inversores.
