La reindustrialización europea, un reto más de la presidencia española

La competitividad futura está ligada a la capacidad industrial y tecnológica de las economías para producir productos y servicios que impulsen las transiciones digital y verde. La rapidez con la que se logre la transformación será decisiva para que una economía se posicione como líder o dependiente, un reto para Europa y la presidencia española del Consejo de la UE.

La reindustrialización europea, un reto más de la presidencia española
Dácil Jiménez Delgado

Dácil Jiménez Delgado Seguir

Tiempo de lectura: 10 min

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen destacó recientemente que “debemos centrarnos en la reducción del riesgo (de-risk), no en la desvinculación (de-couple)”. Con estas palabras, Von der Leyen especifica que la estrategia para ejercer una mayor influencia en el crecimiento económico y reducir los riesgos de las dependencias estratégicas, se centra en impulsar la igualdad de condiciones en las interacciones económicas con terceros países y no en la desvinculación.

Y es que la vulnerabilidad estratégica de Europa se ha puesto de manifiesto cuando las dependencias de sus cadenas de valor industriales de terceros países han impactado directamente en su economía. Los conceptos de “Autonomía Estratégica Abierta”, también denominado “seguridad económica”, y de “reindustrialización” resurgen con fuerza en un entorno de tensión geopolítica, incertidumbre económica y de polarización de la competitividad tecnológica entre Estados Unidos y China.

La Autonomía Estratégica Abierta, la opción estratégica europea que respalda la Presidencia española

Europa busca diseñar una política industrial adaptada a la economía del siglo XXI, enfocada en la innovación digital y la transición dual hacia una economía más digital y verde.

El objetivo es fortalecer la autonomía y competitividad de los sectores estratégicos. Uno de los aspectos más retadores es minimizar los riesgos derivados de las asimetrías en las interdependencias económicas sin renunciar a la cooperación empresarial global.

La presidencia española del Consejo de la UE respalda esta opción estratégica y tiene como prioridad la reindustrialización de la UE y su Autonomía Estratégica Abierta. España tiene la oportunidad de promover aquellos expedientes que impulsen el desarrollo de industrias y tecnologías estratégicas, la diversificación de los socios comerciales y el fortalecimiento de las cadenas de suministro.

La Autonomía Digital: más allá de la autonomía energética

Cuando se habla de la Autonomía Estratégica, se vienen a la mente las industrias de la energía, la defensa, las materias primas o los semiconductores. Sin embargo, la autonomía digital y tecnológica debiera recibir el mismo nivel de atención.

En el ámbito digital, la Autonomía Estratégica Abierta implica equilibrar la autonomía en áreas tecnológicas estratégicas con la cooperación internacional. Esta última es clave para garantizar el acceso permanente a tecnologías críticas y a cadenas de suministro digitales seguras.

La conectividad y áreas como la IA, la computación en la nube (edge-cloud), la computación cuántica o la ciberseguridad son importantes en el espacio digital. Para promover la autonomía digital, se necesitan enfoques que impulsen la relevancia de Europa en áreas estratégicas digitales y garanticen el desarrollo armonizado de tecnologías emergentes y normas equilibradas.

En el posicionamiento público de Telefónica proponemos un modelo de política industrial del siglo XXI enfocado en la mejora de la competitividad europea basada en la tecnología y en la innovación.

La autonomía digital y su relevancia para la competitividad tecnológica

La carrera tecnológica global está generando avances fundamentales que tienen un impacto decisivo en la competitividad de las economías y su autonomía. El desarrollo de áreas tecnológicas clave se ha convertido en una competencia que determinará los líderes económicos del siglo XXI.

Esta competencia oscila principalmente entre Estados Unidos y China, mientras que Europa está rezagada. Según el Instituto Australiano de Política Estratégica, China lidera 37 de las 44 tecnologías en campos tecnológicos cruciales como defensa, espacio, robótica, energía, medio ambiente, biotecnología, IA, materiales avanzados y computación cuántica, seguida de Estados Unidos. Y existe una gran brecha con el resto de los países.

Además, la construcción de infraestructuras digitales, clave para impulsar ecosistemas tecnológicos e industriales robustos e innovadores, avanza a un menor ritmo. Por ejemplo, el 15% de las conexiones móviles en Europa son 5G, en comparación con el 40% en Estados Unidos, casi el 53% en Corea del Sur o el 74% en China.

La brecha tecnológica está causando una pérdida de autonomía digital, especialmente sensible en la era de los datos industriales. Por ejemplo, más del 90% de los datos de Occidente se almacenan en Estados Unidos y un pequeño número de grandes plataformas, ninguna de ellas europea, genera casi el 60% del tráfico de datos en las redes globales.

Esta situación expone a Europa a la toma de decisiones por terceros, quizá sujetos a valores y normas distintas, en el ámbito digital. Todo ello ocurre en un contexto en el que, según la Comisión Europea, se necesitan 174 mil millones de euros para cumplir los objetivos de conectividad de la Década Digital 2030.

La brecha tecnológica afecta la competitividad de las industrias. Por ello, la política industrial debe fortalecer aquellos sectores tecnológicos transversales a las industrias que impulsen su competitividad.

El sector de las telecomunicaciones: un socio decisivo

Los operadores de telecomunicaciones somos socios clave para la configuración de una política industrial del siglo XXI que promueva la competitividad tecnológica y reduzca la brecha digital.

Los operadores desplegamos redes de alta capacidad preparadas para el futuro, como la fibra y 5G y servicios digitales basados en una amplia gama de tecnologías avanzadas. Esto es el primer paso para lograr una Autonomía Estratégica efectiva y fomentar una economía sostenible y digitalmente avanzada.

La conectividad está en el centro del desarrollo de tecnologías emergentes, como la IA, la computación edge-cloud, la robótica industrial, los gemelos digitales o las tecnologías inmersivas, como el metaverso o la web3.

5G constituye una plataforma para la innovación empresarial: habilitará casos de usos innovadores que permitirán una gestión más eficiente, y un mayor rendimiento de la agricultura y las industrias.

Y la transformación verde va de la mano. Según Ericsson, aunque la huella de carbono del sector TIC se sitúa alrededor del 1,4% de las emisiones globales, tiene el potencial para reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero más de un 15% antes del 2030.

Más allá de la conectividad, nuestro sector ofrece soluciones tecnológicas que aceleran la transición digital y verde de todas las empresas: impulsando la competitividad, la capacidad de innovación, de exportación y de creación de empleo de las industrias, robusteciendo los ecosistemas industriales e impactando positivamente en el crecimiento económico.

Recomendaciones para una política industrial del siglo XXI

Las políticas públicas deben permitir reforzar la competitividad y la sostenibilidad de sectores decisivos para el crecimiento económico en economías altamente dependientes de la digitalización. Y el sector de las telecomunicaciones juega un papel esencial en la economía europea.   

La disponibilidad de “redes preparadas para el futuro” y ubicuas es un factor de competitividad. Su valor estratégico plantea la necesidad de nuevos enfoques para garantizar la preparación de la red y su sostenibilidad en el tiempo.

Por ello, en Telefónica creemos que un enfoque efectivo debiera, en primer lugar, promover incentivos a la inversión e innovación en redes de conectividad para garantizar el retorno adecuado de las inversiones y los recursos necesarios. Desde esta perspectiva, es esencial fomentar estructuras de mercado eficientes. Y, por otro lado, simplificar la regulación, reduciendo los costes de despliegue, eliminando impuestos específicos al sector y asegurando la disponibilidad de espectro en condiciones razonables.

En segundo lugar, debiera fomentar la igualdad de condiciones para el desarrollo equilibrado y el buen funcionamiento del ecosistema digital, para la sostenibilidad de las inversiones en redes. Esto requiere promover mecanismos que garanticen la contribución justa de los agentes del ecosistema. Pero también, impulsar la igualdad de condiciones en aspectos como la privacidad, los derechos del consumidor o la seguridad.

En tercer lugar, debiera reconocer a las infraestructuras de conectividad como habilitadores de la transición verde. Para ello, es clave Incluirlas en la taxonomía europea de actividades sostenibles para la atracción de inversiones. Y, también, construir un marco coherente y consistente para fomentar la doble transición digital y verde.

Por último, un enfoque integral es clave para promover la innovación y la competitividad de la industria europea: desde políticas públicas que promuevan la I+D hasta la comercialización, pasando por políticas que estimulen la adopción digital, la confianza digital, la empleabilidad y la cooperación para el desarrollo armonizado de tecnologías emergentes, como por ejemplo las tecnologías inmersivas o la Inteligencia Artificial.

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