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La digitalización como oportunidad para América Latina

América Latina avanza hacia la trasformación digital de sus estructuras productivas

Tiempo de lectura: 4 min


Trinidad Jiménez
Directora de Estrategia Global de Asuntos Públicos en Telefónica

 

Telefónica llegó a América Latina hace 27 años. Y llegó para quedarse. Hoy tenemos presencia en 14 países de la región, hemos conseguido más de 200 millones de clientes y hemos invertido más de 130.000 millones de euros para el desarrollo de infraestructuras.

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Gracias a este compromiso de permanencia, incluso en condiciones adversas y complejas, América Latina tiene hoy día infraestructuras de telecomunicaciones comparables a las de los países más avanzados y ello nos permite mirar con optimismo la modernización de su economía y su incorporación a la revolución digital.

Pero somos conscientes de que la conectividad ya no es suficiente. En la actualidad, con gran parte de los objetivos cumplidos, nos toca ir más allá. Las redes de nueva generación serán claves para el correcto funcionamiento de la economía digital, para el desarrollo del internet industrial, y para hacer posible el uso de aplicaciones cada vez más sofisticadas. Por ello, trabajamos en la transformación de redes a tecnologías de nueva generación que nos permitan cubrir el crecimiento exponencial en la demanda de datos.

Sabemos que sólo con buenas infraestructuras no es posible hacer frente a los nuevos desafíos; se necesitan políticas educativas enfocadas al desarrollo de habilidades digitales, al tiempo que una importante inversión en innovación y emprendimiento.

Y se necesita, de manera urgente, un alto grado de compromiso por parte de las empresas de América Latina para apostar por la transformación de sus estructuras productivas, así como el compromiso de sus gobiernos de facilitar dicha transformación y asumir el liderazgo de la misma. Telefónica está dispuesta a trabajar en esta dirección, a desarrollar complicidades con los gobiernos, instituciones y sector privado para contribuir a la transformación digital de la región y al desarrollo de la misma.

Nos encontramos en un momento clave para ello, pues América Latina ya ha empezado a agotar su ciclo expansivo basado en el modelo de las ‘commodities’ (productos básicos, mercancías) y necesita insertarse de lleno en la economía digital. Tiene las condiciones para hacerlo: buenas infraestructuras, clases medias, población joven y urbana, gran capacidad de emprendimiento y una amplia inserción en el escenario global. En realidad, se está articulando una nueva realidad política, económica y social en la que la región tiene que terminar de decidir qué papel está dispuesta a jugar, pues a nadie se le escapa que la economía digital se perfila como el nuevo motor de crecimiento mundial.

Nos vamos sumiendo en la cuarta revolución industrial. El mundo está cada vez más interconectado y el tipo de relación entre los países está cambiando. El mundo es global, pero estamos entrando en la era de la globalización digital, en donde los flujos de datos entre los países empiezan a incrementar su peso en el conjunto de flujos totales. Y esto ya pone de manifiesto la propia transformación de las sociedades.

Empieza a quedarse anticuada la sociedad de internet e irrumpe con fuerza la sociedad de los datos, potenciada por la creciente expansión de la cobertura de redes de alta capacidad, adopción de ‘smartphones’ (teléfonos inteligentes) y consumo exponencial de datos. Todo ello va a cambiar nuestras sociedades hasta el punto de que difícilmente podemos adivinar cuáles y cómo serán las profesiones del futuro.

En esta coyuntura, América Latina se encuentra ante una gran oportunidad pues, como decía, tiene las condiciones objetivas para afrontar estos cambios. Es el momento de aprovechar lo que ofrece la digitalización para diversificar el tejido productivo, impulsar el valor agregado en la región, así como apostar por economías más productivas, más competitivas y menos vulnerables a las fluctuaciones del entorno macroeconómico.

La realidad que representa un mercado de 620 millones de habitantes que comparten, además de elementos económicos, sociales y culturales, un enfoque de apertura al comercio internacional, entra de lleno en la apuesta que hace España de construir un espacio de intercambio y fortalecimiento de nuestras relaciones con el conjunto de los países de la región.

Desde España, pero contando con toda la Unión Europea, cuyas regulaciones en el escenario donde tendremos que operar nos van a exigir un mayor esfuerzo. Porque se trata de buscar nuevas soluciones; también los consensos que necesitan los principales agentes de la nueva economía para poner sus capacidades al servicio del desarrollo y de los valores inherentes al ser humano.

NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.

 


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