La ciberseguridad se ha consolidado como un aspecto imprescindible en la era digital actual. Para lograr una plena incorporación del IoT, ciudadanos, empresas e instituciones han comprendido la necesidad de protegerse en un entorno que aún es desconocido para muchos. Por ello, es más importante que nunca reconocer los retos que esta dinámica plantea en la actualidad.
El IoT, la incorporación de la tecnología en la vida diaria
El Internet de las Cosas es una tecnología que ha conseguido romper con la forma en la que se utilizan los objetos, ya que ahora se relacionan entre sí y con el entorno. Esta tecnología trata de incluir redes inteligentes a dispositivos que forman parte de la vida cotidiana para facilitar la vida de las personas, desde la televisión, y otros electrodomésticos como frigorífico, lavadora, secadora, etc., los relojes e incluso la ropa, hasta el coche, e incluso ofrece la posibilidad de realizar teletrabajo.
El desarrollo de redes más potentes como la 5G ha impulsado este aumento de la conectividad, algo que ha provocado que los ciberdelincuentes supongan un riesgo creciente, especialmente en todos los sistemas que integran internet: datos personales, información confidencial e incluso cuentas datos bancarios pueden quedar en manos de personas con malas intenciones.
Es habitual pensar que el acceso a internet de, por ejemplo, un frigorífico no plantea ningún riesgo. En cierto modo, es así, pero hay que mirar más allá. No hay que olvidar que los dispositivos están interconectados por medio de una red. Una vez que un ciberdelincuente consigue entrar a esta por cualquier punto, no le resulta tan difícil llegar al ordenador o al smartphone. Esto indica la fuerte relación que existe entre IoT y ciberseguridad.
Y cada vez hay nuevos peligros que aparecen con más frecuencia. Uno de ellos son las botnets. Tal y como describe el INCIBE, se trata de un conjunto de ordenadores, denominados bots, infectados con un tipo de malware. Estos están controlados remotamente por un atacante y pueden ser utilizados de manera conjunta para realizar actividades maliciosas. De esta forma los hackers pueden usar las redes de dispositivos con IoT para realizar ataques. El envío masivo de correo no deseado, robo de información personal o la suplantación de identidad digital son solo algunas de las consecuencias de esta dinámica.
Transición digital y ciberataques: un riesgo en auge
La transición digital es una cuestión que tanto instituciones como negocios se han puesto como prioridad. Esta es una noticia positiva, claro está. Sin embargo, esconde una amenaza: los ciberataques. Estos están experimentando un crecimiento casi exponencial que cada vez resulta más alarmante.
La pandemia provocada por la COVID-19 aumentó la dependencia de la sociedad a la conectividad, una tendencia que sigue incluso ahora que la situación está casi normalizada en gran parte del planeta. Algo que ha planteado un escenario en el que, según el Foro Económico Mundial, los ataques informáticos son una de las 10 amenazas más grandes que afronta la humanidad, siendo el tipo de peligro más común el ramsonware y el phishing.
La realidad es que en 2022 instituciones como el Ministerio de Defensa sufrió ataques más sofisticados y mejor organizados que en años anteriores, por citar un ejemplo.
IoT y ciberseguridad: los riesgos actuales
Siempre es importante hacer referencia al peligro de esta tecnología desde la perspectiva actual. El motivo es que los sistemas están en constante desarrollo, precisamente, para minimizarlos. Por ello, es posible hacer un repaso por los riesgos que el internet de las cosas trae consigo.
Recientemente, se ha puesto el foco sobre el vínculo entre la seguridad del hogar y las redes de internet. El desbloqueo remoto de puertas o la desactivación de alarmas son acciones cada vez más frecuentes. No obstante, la amenaza surge cuando los atacantes pretenden entrar a una propiedad privada. Si saben manipular las redes, todo lo demás también cae en sus manos.
La privacidad y la intimidad son otro de los ámbitos más perjudicados. El uso de cámaras de videovigilancia o dispositivos de grabación para bebés puede abrir una brecha de información muy relevante. Las imágenes quedarían expuestas a personas que pudieran usarlas como medio de extorsión o chantaje.
Por último, y en uno de los peores casos, los ciberdelincuentes pueden lanzar ataques entre dos sistemas. Es decir, pueden usar una red doméstica o empresarial para enviar malware de manera masiva a otros dispositivos. En consecuencia, sería más difícil identificar al responsable. De nuevo, el punto de acceso puede ser un simple smartwatch o un smartphone.
La inevitable unión entre IoT y ciberseguridad plantea una serie de riesgos que los especialistas en este ámbito abogan por afrontarlos desde la perspectiva de la actualización de los software y sistemas de seguridad.