En 2019 la contaminación atmosférica provocó nueve millones de muertes, según el último informe publicado por The Lancet Planetary Health. Además, el Parlamento Europeo ya señala la globalización y el auge del comercio como responsables de que el transporte terrestre represente el 19,35 % de las emisiones de CO2, la aviación el 3,42 % o la navegación 3,15 %.
Por este motivo, la descarbonización del transporte a nivel mundial se posiciona como una de las metas primordiales en la Agenda 2030 de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), aunque el transporte fue reconocido en 1992 por Naciones Unidas como un aspecto fundamental en el desarrollo sostenible del planeta. Este hecho ha provocado que muchos países comiencen a desarrollar medidas a favor del transporte sostenible, puesto que ya entonces se preveía que el sector del transporte “fuese la principal causa de la creciente demanda mundial de energía”.
¿Qué es el transporte sostenible?
Actualmente, la sociedad tiene una gran dependencia del transporte: es necesario para el crecimiento económico y para conectar personas, crea empleo, favoreciendo el intercambio de bienes, servicios e incluso de cultura y conocimiento. Sin embargo, su actividad masiva provoca una presencia de gases contaminantes cada vez más elevada, especialmente en las grandes urbes.
La aglomeración de los núcleos urbanos y la transformación del consumo hacia bienes procedentes de orígenes cada vez más lejanos han planteado la urgencia en adoptar una movilidad más ecológica. Como respuesta, el transporte sostenible busca reducir con rapidez la huella ambiental y apostar por energías limpias y renovables con el objetivo de reducir el impacto ambiental resultante de la movilización de mercancías y personas.
El objetivo a corto plazo de la movilidad sostenible es que la población mundial cuente con una movilidad segura, accesible y ecológica. De este modo, se contribuye a reducir los niveles de emisión de CO₂ a la atmósfera.
Beneficios globales de la movilidad sostenible
La movilidad sostenible presenta importantes beneficios tanto ambientales como económicos, urbanos y sanitarios. Principalmente, reduce la contaminación ambiental y reduce el ruido. Además, la sustitución de vehículos con motores de combustión por otros más ecológicos de tecnología eléctrica puede generar un gran impacto en la salud de las personas, puesto que implican menos contaminación ambiental y acústica, y promueven en algunos casos el ejercicio físico.
Por otro lado, el uso de transporte eléctrico puede generar un ahorro al usuario, ya que, aunque la inversión inicial es mayor, su mantenimiento es más barato y además recibe beneficios fiscales. Los vehículos con tecnología ecológica cuentan con un menor número de componentes, por tanto, tienen menos procedimientos y requisitos de sustitución.
Otro beneficio económico que proporciona la movilidad ecológica es el desarrollo de una nueva industria, lo que conlleva un aumento en las ofertas de nuevos puestos de trabajo. La industria de los vehículos eléctricos está experimento un crecimiento exponencial en todo el mundo, y se espera que las ventas aumenten un 35 % en 2023, según evaluaciones del informe Electric Vehicle Outlook.
La apuesta por la movilidad sostenible y el impulso de otros medios de transporte también contribuyen a la transformación de las ciudades. Las zonas céntricas se ven ligeramente liberadas de los vehículos de combustión, dando paso a espacios verdes y peatonales, con un gran protagonismo de las bicicletas y transporte público sostenible.
¿Qué tipos de transporte sostenible hay en las ciudades?
Para poder hacer frente a los desafíos que plantea la movilidad actual, existen múltiples ejemplos de transporte sostenible tanto gubernamentales como privados que buscan desarrollar alternativas de movilidad sostenible.
Autobuses urbanos eléctricos
Los autobuses urbanos eléctricos son una gran medida ante la contaminación emitida por el transporte público. Estos vehículos emplean la energía previamente almacenada en sus baterías, para impulsar a los motores eléctricos. La ONU estima que, gracias a estos vehículos se pueden ahorrar aproximadamente 1.400 millones de toneladas de CO₂ y casi 30 millones de partículas contaminantes.
Carsharing eléctrico
La forma más habitual de utilizar un coche ha sido a través de la compra, sin embargo, en los últimos años en las grandes ciudades se ha popularizado un método más alternativo: el carsharing eléctrico. Este formato permite alquilar un coche sostenible por trayectos, disminuyendo el uso del vehículo privado, mejorando la oferta de transporte público. Gracias a la conectividad, estas plataformas geolocalizan el coche más cercano al usuario, indican el nivel de batería disponible y calculan la distancia recorrida.
Este mismo sistema de plataformas de alquiler se utiliza para el alquiler de motos eléctricas, bicicletas o patinetes.
Transporte de mercancías sostenible
En el ámbito del transporte de mercancías también es necesario buscar alternativas sostenibles, como, por ejemplo, dar prioridad al ferrocarril. No obstante, este hecho no es posible en muchos casos por la complejidad de la logística. Por tanto, para reducir el gasto de carburantes, las empresas de transporte pueden optar por adquirir vehículos actuales. Además, a la hora de ahorrar carburante el modo de conducción es un factor determinante, puesto que se puede conseguir un consumo más eficiente y reducir considerablemente la emisión de CO₂.
Sobre el transporte de reparto urbano, también llamado de “última milla” cada vez es más habitual ver vehículos de motores eléctricos y bicicletas.
Carreteras inteligentes
Las carreteras inteligentes o smart road son otro ejemplo de contribución de la tecnología al transporte sostenible. Son vías que incorporan tecnología avanzada en lo relativo a seguridad, carga de vehículos y conectividad. Algunas de las tecnologías que hacen realidad las carreteras inteligentes son: los pavimentos fotovoltaicos con sistemas de carga, elementos interconectados a través de 5G como señales de tráfico, pasos de cebra inteligentes con LED o proyectores, y el uso de Big Data para gestionar los flujos de movilidad urbanos, entre otros.