No podríamos vivir sin ellos. Los dispositivos electrónicos ofrecen múltiples beneficios a la sociedad: generan nuevas oportunidades de desarrollo, ayudan a combatir los desafíos climáticos y sanitarios, mejoran la educación, la ciencia y la innovación. No obstante, muchos de ellos llevan predeterminada una vida útil, es decir, tienen fecha de caducidad. Es la obsolescencia programada.
Gracias al cambio en la mentalidad respecto a la gestión de los recursos naturales y en cuanto al cuidado del medio ambiente y al impulso de corrientes como la economía circular, fabricantes y consumidores están poniendo el foco para alcanzar fórmulas más respetuosas acorde con las nuevas formas de consumir: reducir, reutilizar y reciclar. De ahí la importancia en conocer qué es la obsolescencia programada, qué tipos existen y cómo se puede combatir.
¿Qué es la obsolescencia programada?
La obsolescencia programada es el fallo que se produce en un producto de manera determinada y planificada en su proceso de fabricación. Generalmente ocurre en los elementos electrónicos, además limita su vida útil, y suele ocurrir antes de que el producto sufra su desgaste completo debido al uso. La obsolescencia programada se fija antes de salir al mercado con el objetivo de incentivar de nuevo a la compra.
Y aunque pueda parecer lo contrario, ésta no es una práctica novedosa, puesto que ya en el siglo XIX la industria textil empleaba más cantidades de almidón y menos algodón para que los tejidos fueran menos duraderos. Con la llegada de la sociedad de consumo, esta práctica ganó fuerza y cada vez más compañías comenzaron a incluirla en sus productos. Ahora, en la actualidad, el consumo de numerosos productos electrónicos también lleva consigo la generación de residuos de este tipo en grandes cantidades.
Tipos de obsolescencia programada más destacados
Existen distintas tipos y aspectos por los que se reduce la vida útil de los productos.
- Moda: este tipo se suele encontrar en productos textiles y en dispositivos conectados, tipo smartphone ya que ambos sectores están en constante renovación. Cada vez son más los consumidores que deciden adquirir un nuevo producto según sale a la venta, únicamente por seguir las tendencias en diseño.
- Componentes electrónicos: en esta clasificación se encuentran aquellos productos que se dañan y su reparación es demasiado costosa o simplemente, la compañía desarrolladora impide su mejora.
- Tecnología: las actualizaciones de los sistemas operativos obligan a dejar atrás los dispositivos que físicamente se encuentran en buen estado, pero su software queda anticuado.
- Repuestos: las empresas dejan de producir piezas de repuesto o material necesario para que los aparatos puedan continuar funcionando.
¿Qué consecuencias tiene acortar la vida útil de los dispositivos electrónicos?
La obsolescencia programada existe por dos razones. Principalmente, porque supone una gran cantidad de beneficios económicos, puesto que la sociedad se encuentra en continua renovación. Este factor se une a la falsa necesidad fomentada por algunos mensajes publicitarios de estar siempre a la última.
Esta tendencia genera importantes consecuencias ambientales, no solo por el aumento de las emisiones de CO₂ y el uso masivo de materias primas, sino también porque la mayoría de residuos generados acaban en montañas de basura que contaminan los espacios naturales ya que, para su fabricación, suelen incorporar sustancias químicas tóxicas como el plomo, el mercurio o el arsénico.
El problema es tan grave que ya hay un término para referirse a los residuos electrónicos: e-waste. Según el informe The Global E-Waste Monitor 2020, elaborado por Naciones Unidas, en 2019 se recopiló y recicló el 17,4% de los residuos electrónicos en todo el planeta, por tanto, un 82,6% fueron desechados en vertederos.
Este estudio también indica que se trata de una problemática global. Por continentes, Asia se posiciona como el que más basura electrónica acumula con 24,9 Mt, seguido de América, 13,1 Mt o Europa con 12 Mt. Mientras, África y Oceanía generan 2,9 Mt y 0,7 Mt respectivamente. En Europa, España se sitúa entre los 5 países que más generan residuos electrónicos entre 20 y 25 Kg de e-waste per cápita.
¿Cómo combatir la obsolescencia programada?
Los consumidores cada vez son más críticos y conscientes de la existencia de este problema, y por ello se han creado formas para combatirlo. Ahora pueden estudiar las opciones existentes en el mercado con el fin de reducir, reparar e incluso reutilizar productos electrónicos. De esta forma se convierte en un consumidor responsable.
En caso de optar por el reciclaje, se debe hacer de manera correcta, existe una gran desinformación sobre cómo manejar estos residuos. En muchas ocasiones, se tira la basura electrónica sin separar los componentes tóxicos, por eso la manera correcta de deshacerse de estos productos es a través de puntos limpios y aquellos espacios especialmente habilitados para su adecuada manipulación.
La segunda vía es reparar. La nueva Ley de Consumidores, que entró en vigor el 1 de enero de 2022, amplía la garantía de los productos y bienes a 3 años y obliga a los fabricantes a reparar sus productos durante 10 años. Así, el Gobierno plantea acciones específicas enfocadas a una economía circular.
Además de estas acciones políticas y legales, diferentes asociaciones llevan años movilizándose para luchar contra la obsolescencia programada. Un caso singular es Repair Café, un lugar donde voluntarios trabajan junto a expertos para reparar diferentes objetos. También, la Fundació Deixalles en Palma de Mallorca, recoge aparatos electrónicos obsoletos que después son reparados por personas en proceso de reinserción laboral.
Y la tercera forma es reutilizar. Es el caso de la plataforma MAIA de Telefónica, que tiene como objetivo promover la reutilización de equipos de su red de telecomunicaciones entre operadoras del Grupo y con terceros, impulsando la circularidad y ofreciendo una segunda vida a estos dispositivos. De tal forma la compañía trata de garantizar que sus residuos, en lugar de terminar en un vertedero, se transforman en materias primas que son reintroducidas en la cadena de valor.
Además de todas estas opciones, existe una más: la alargascencia, un proyecto propulsado por la ONG Amigos de la Tierra, comprende una red de más de 1000 establecimientos de segunda mano donde reparar, alquilar e intercambiar artículos electrónicos. Esta iniciativa pretende alargar la vida útil de los productos electrónicos para evitar el reemplazo innecesario.