Los niños son el elemento más vulnerable de la sociedad. Ser los más indefensos les hace ser los más propensos a padecer los males que acontecen a la humanidad; y el cambio climático no iba a ser una excepción. El sistema inmunitario infantil es mucho más deficiente que el de una persona adulta, por esto, resulta más complicado para ellos soportar los cambios ambientales que pueden acontecer.
La contaminación ambiental afecta a los bebés en su continuo desarrollo físico e intelectual, al igual que afecta a la contaminación de las aguas y alimentos que serán, a la postre, los responsables en muchos casos del aumento de la mortalidad y morbilidad de la población infantil. Si no lo remediamos, el cambio climático va a ser la nueva pandemia que contribuya, en mayor medida, a la mortalidad infantil.
Las enfermedades pulmonares serán una de las principales consecuencias para la salud de los más pequeños. Los pulmones de un niño no terminan de desarrollarse hasta los 10 años por lo que cualquier alteración durante ese periodo provocará -en palabras del Doctor Fernando García-Sala Viguer, miembro de Saluspot y pediatra en la Clínica pediátrica García-Sala-, distintos tipos de neumonías, cuadros de insuficiencia respiratoria, asma… También, aumentará la probabilidad de contraer “neumonía del polvo”, que son las que se producen cuando el polvo llena los pulmones y causa fiebre alta, tos y dificultades para respirar. Además, al alcanzar la edad adulta, los cánceres de pulmón serán más comunes y de mayor gravedad por culpa de factores externos secundarios asociados al calentamiento global.
Las probabilidades de sufrir enfermedades asociadas al cambio climático también aumentan dependiendo de la zona del mundo en el que se nazca. Los niños de países más desfavorecidos sufrirán severos (más aún si cabe) problemas de desnutrición. La desertización más absoluta, las altas olas de calor o las grandes inundaciones afectarán y destrozarán a la población infantil y conllevarán a un incremento de casos de malarias o diarreas así como, de nuevo, problemas respiratorios. La escasez de agua no potable, supondrá un aumento de la aparición de enfermedades causadas por microorganismos y sustancias químicas presentes en ella: dengue, cólera, fiebres tifoideas, esquistosomiasis, malaria…, añade D. Julián Correa Matos, miembro de Saluspot y especialista en nutrición y dietética en el Centro de Nutrición Julián Correa.
MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
No podemos olvidar que estas horribles condiciones provocarán un mayor nivel de movimientos migratorios. Y estos pueden provocar, según informes recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Asamblea de la Salud, una mayor vulnerabilidad a trastornos psicosociales. Además, los migrantes viajan llevando consigo sus perfiles epidemiológicos, su nivel de exposición a agentes infecciosos, sus factores de riesgos genéticos y relacionados con el modo de vida, así como la vulnerabilidad de las comunidades de donde proceden.
Enfermedades erradicadas emergen debido a la movilidad intercontinental y a las alteraciones del medio ambiente. Hay resurgimiento de tuberculosis, dengue, changas… principalmente porque se han producido cambios en el patrón de estas enfermedades por los efectos del cambio climático. Por ejemplo, afirma el Dr. Joan Carles March Cerdà, miembro de Saluspot y especialista en medicina preventiva, se han detectado brotes de malaria durante épocas de sequía debido a los cambios producidos sobre los lugares de cría del vector.
Además, la OMS ha asegurado que el cambio climático provocará la evolución de enfermedades prevalentes. Los fenómenos meteorológicos extremos o la degradación de la calidad del aire y del saneamiento aumentarán la prevalencia de la malnutrición y la desnutrición que actualmente ya causa más de 3 millones de muertes al año y afecta a más de 55 millones de niños en el mundo.
Por todo esto es fundamental frenar el cambio climático, mitigar sus consecuencias y adaptarnos. Todos –ciudadanos, empresas, administraciones…- podemos contribuir a ello.