ÉXITO O FRACASO
Lo que nos llega del Acuerdo de París en muchas comunicaciones es que ha sido un hito histórico, y es así. Un éxito que ha permitido a 195 países consensuar un acuerdo para combatir el cambio climático en las próximas décadas, incluyendo US, EU y China, que representan casi la mitad de las emisiones del planeta. Un acuerdo que puede ayudar a acelerar la transición actual hacia una economía baja en carbono y que afectará a numerosos sectores, desde el energético, el de transporte o el residencial. Un acuerdo que envía señales de que el cambio hacia el que vamos va en serio y es imparable.
Por otra parte, el Acuerdo nos deja disconformes. Proclama una meta final, pero no incorpora objetivos ni pactos vinculantes, excepto la necesidad de trasparencia con los objetivos nacionales (Intended Nationally Determined Contributions ó INDCs) y la necesidad de revisarlos periódicamente. Además, el Acuerdo aún debe ser ratificado en Abril de 2016 por 55 países que representen un mínimo del 55% de las emisiones. Y en los pactos acordados, quedan muchas tareas por desarrollar en años sucesivos.
AMBICIÓN Y REALIDAD
El Acuerdo de París muestra ambición. El objetivo acordado ha sido el de limitar el aumento de temperatura a 2ºC para 2100, e intentar no superar los 1,5ºC. Para lograrlo, cuenta por ahora con los objetivos voluntarios de más de 158 países (INDCs), que se revisarán cada 5 años, comenzando en el 2023.
Hemos valorado el nivel de ambición de estos objetivos nacionales en el 7º Low Carbon Economy Index 2015 de PwC(ver gráfico adjunto), mostrando que permitirían una reducción de la intensidad de carbono (medida en términos de tCO2/unidad de PIB) del 3% anual. Esto es más del doble de la media anual lograda desde el año 2000 de 1,3 %, pero cae significativamente por debajo del 6,3 % anual de descarbonización necesaria para limitar el calentamiento a 2ºC. De hecho, la ruta de los objetivos nacionales presentados nos lleva a un escenario de incremento de temperatura de 3ºC.
3ºC es un escenario de impactos climáticos severos. El 5º Informe de Evaluación del IPCC describe los impactos potenciales, incluyendo la acidificación del océano, las olas de calor y sequías frecuentes que desafían el suministro mundial de alimentos, el número de especies en peligro de extinción o la mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos que causan daños a las infraestructuras, pérdidas de vida e interrupción de los negocios.
IMPLICACIONES PARA LAS EMPRESAS Y LOS GOBIERNOS
Los países tendrán que acelerar el paso si quieren cumplir con los objetivos nacionales propuestos (INDCs). Por su parte, las empresas deberán anticipar políticas climáticas más ambiciosas en el corto plazo que refuercen sus objetivos de reducción y planificar a largo plazo impactos climáticos físicos, ya que sobrepasaremos los 2ºC, trabajando en planes de adaptación.
Aunque las principales fuentes de emisiones son la energía y la deforestación, la acción para hacer frente a las emisiones afectará a todos los sectores. Así se desprende de los planes que los países han propuesto hasta ahora.
- Energía: Los países han propuesto normas de fijación de precios del carbono, normas de emisiones y de eficiencia que van a hacer que la generación de energía con carbón sea menos atractiva, debido a sus emisiones más altas. Los países han establecido asimismo objetivos para aumentar el porcentaje de energías renovables en su mix energético. En 2030, las energías renovables podrían representar el 36% de la generación de electricidad a nivel mundial, cambiando fundamentalmente el funcionamiento de los mercados.
- Transporte. Se esperan cambios significativos en el sector del transporte, con una reducción del 30% en la intensidad energética del transporte terrestre en las principales economías en 2030. Algunos países como USA y Canadá han propuesto duplicar la eficiencia de los vehículos para 2025 y la UE propondrá nuevos estándares que pueden acelerar el cambio a los vehículos eléctricos. Asimismo, se espera que la producción de biocombustibles pueda aumentar de manera significativa.
- Industria. En la actualidad alrededor del 12% de las emisiones globales están cubiertas por un precio del carbono, pero se espera que aumente significativamente a medida que grandes emisores como China, se comprometen a introducir un precio del carbono. Esto elevará los costes de la energía en sectores intensivos en energía, tales como las industrias de cemento, acero y química. Aunque muchos de estos costes se puedan pasar al consumidor, se incentivará la inversión en nuevas tecnologías y el despliegue de medidas de eficiencia. Las TIC contribuirán apoyando medidas de mitigación y de adaptación y favoreciendo la aportación de otros sectores.
- Finanzas. El cambio a una infraestructura baja en carbono será intensivo en capital. La inversión necesaria en energía se estima en $ 90 trillones hasta 2030. El Green Climate Fund destinará 100 billones anuales para el 2020. La inversión necesaria en la UE y China para cumplir sus objetivos se estima en $ 700 billones cada año. El sector financiero tendrá que desempeñar un papel crucial en este proceso. Al mismo tiempo, las instituciones financieras tendrán que empezar a evaluar su exposición a los riesgos climáticos.
El Acuerdo de París se nos queda algo corto. Un éxito para lo que podía haber sido, un fracaso para lo que tenía que haber sido. Pero de lo que no hay duda, es que este Acuerdo abre un mundo de oportunidades para las empresas (y gobiernos) en la transición hacia una economía baja en carbono, con cuantiosas inversiones previstas, impulso de la innovación, objetivos renovados con una ambición revisable periódicamente y mayor trasparencia para todos. Un Acuerdo que marca un buen comienzo para ir trabajando en los próximos años.