El compromiso de transformar vidas: el poder de la responsabilidad corporativa y profesional

Cumplo 25 años en Telefónica y en este tiempo he podido observar desde la privilegiada atalaya que supone esta compañía los profundos cambios que se han producido y que retan nuestro entorno local y global.

Descubre más sobre El compromiso de transformar vidas: el poder de la responsabilidad corporativa y profesional.

José Manuel Payán Seguir

Tiempo de lectura: 5 min

Esta compañía nos da la oportunidad de radiografiar las comunidades en las que participamos. Más aún, una compañía como Telefónica, que en términos de futuro se conduce con el principio de Peter Drucker (“La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”), regala epifanías a aquellos que sepan reconocerlas. Ya sea por los diagnósticos a nuestro alcance, ya por lo que atestiguamos familiarmente o por la experiencia participando en uno de los motores de generación de empleo, directo e indirecto, de este país, a pocos se les escaparán los tremendos desafíos a los que se enfrentan las nuevas generaciones en este convulso, volátil e incierto mundo en el que vivimos.

Mi experiencia

Todas las generaciones han tenido que superar las barreras de su tiempo, pero sería injusto, por ello, desdeñar la altura de las actuales. Es por esto por lo que, allá por el 2017, siendo padre de dos hijas aún en edad de examinarse de la geografía peninsular (léase ed. Primaria), cariacontecido en lo que a su incierto futuro profesional se refería, comencé a abrazar la idea de que era necesario hacer algo.

Entendí, como tantos otros profesionales, que tenía una responsabilidad hacia estos jóvenes, hacia su futuro y, en última instancia, hacia la sociedad entera. Desde entonces, mi misión ha sido acompañarlos en su crecimiento, ayudándoles a aprovechar las oportunidades que el mundo tiene para ellos, transformando las mismas en un retorno positivo para el mismo.

Fruto de esta pulsión nació FabLab M, una asociación sin ánimo de lucro que fijó sus objetivos iniciales en adelantar la innovación a etapas pre-universitarias pero que ahora aspira a generar un itinerario de desarrollo del talento y escalado de sus proyectos que cubra los huecos que se producen en el camino hasta las puertas de empresas como la nuestra.

En nuestro caso elegimos hacerlo en espacios socioeconómicos deprimidos, esos donde el ascensor social (primer factor de crecimiento según Harvard) no suele tener parada, en el férreo convencimiento de que, frente a las oportunidades, todos somos iguales. Que el talento florece en oquedades inesperadas.

Recuerdo estudiantes con proyectos brillantes sobre aerodinámica adaptativa, o detección temprana del Alzheimer, premiados en certámenes nacionales de innovación, sorprenderse que la habitación del hotel tuviera el baño dentro y no hubiera que coger turno en el pasillo, o pedirme expresamente ir a ver el mar por primera vez en Barcelona. Sí, barreras de generaciones que creíamos superadas.

Cambios reales

Siete años después, si miro atrás encuentro muchos proyectos, muchas nominaciones y sí, varios premios nacionales, pero lo que realmente observo son auténticas transformaciones e impactos significativos en la vida de aquellos con los que tuvimos la suerte de cruzarnos.

Los que hemos tenido la oportunidad de formarnos, de elevarnos sobre los hombros de aquellos que nos apoyaron y precedieron, tenemos la obligación de devolver esas oportunidades a los que nos siguen.

Las oportunidades no nos pertenecen, solo las enriquecemos para transmitirlas a aquellos que continuarán el camino.

El papel de las empresas

Sin duda, no hemos inventado la rueda ni descubierto un continente, la responsabilidad intergeneracional siempre ha estado ahí. Pero todo esto no habría ocurrido de la misma manera de no haber formado parte del equipo de Telefónica. La atalaya con la que comenzaba el artículo puede transformarse en pasarela y trampolín gracias al impulso que puede imprimir una organización que busca impactar positivamente en las sociedades donde opera.

Por un lado, Telefónica ofrece un sinfín de oportunidades de crecimiento competencial que son de gran valor y reutilizables en múltiples espacios fuera de ella. Nuestra formación no está sujeta al perímetro de nuestra labor profesional, sino que también es una herramienta poderosa en aquellos proyectos en los que nos involucramos.

Por otro lado, esta organización no es un ente abstracto, sino que está compuesta por muchas personas empáticas con ganas de actuar y no solo observar. Formamos una red con la capacidad de amplificar nuestra acción mucho más allá de lo imaginable.

En mi caso, aprovechando este púlpito, no puedo evitar destacar ejemplos concretos, como Alejandro Chinchilla de la Red de Cátedras de Telefónica, Ana Rodríguez Linde, Cristina Briales y Cristina Cuadrado de la Dirección de Incorporación de Incorporación y Desarrollo del Talento, sin los cuales no habrían sido posibles tantas locuras.

¿Qué ha supuesto para mí?

Ayudar a los jóvenes a innovar y desarrollar su talento no es solo una forma de contribuir al cambio social y a la construcción de un futuro más equitativo. Esta labor no solo transforma sus vidas, sino que también enriquece la de aquellos que nos involucramos.

Y este enriquecimiento no es solo vivencial. El proceso supone la adquisición de conocimientos y habilidades que habitualmente consideramos alejadas o menos prioritarias para nuestras funciones profesionales pero que, en mi experiencia, han tenido un retorno sorpresivamente positivo para las mismas.

Conclusión

He descubierto que el viaje ha sido más que una carrera profesional; ha sido una aventura de aprendizaje y crecimiento compartido. Cada interacción, cada proyecto y cada joven al que he tenido la suerte de acompañar han dejado una huella imborrable en mí. La verdadera esencia de nuestra labor radica en la interconexión entre las oportunidades que podemos crear y el impacto que podemos generar en las vidas de quienes nos rodean. En un mundo donde las barreras persisten y los desafíos son múltiples, reafirmemos nuestro compromiso de seguir construyendo puentes y derribando muros, no solo como profesionales, sino como agentes de cambio. La responsabilidad intergeneracional no es solo un deber; es una oportunidad para transformar realidades y sembrar esperanza. Juntos, con la fuerza de nuestras acciones y el poder de la empatía, podemos contribuir a un futuro donde cada talento, sin importar su origen, tenga la oportunidad de brillar. Así, la labor que comenzamos se convierte en un legado, y en este esfuerzo colectivo, cada uno de nosotros puede marcar la diferencia.

Compártelo en tus redes sociales


Medios de comunicación

Contacta con nuestro departamento de comunicación o solicita material adicional.