¿Qué es la competencia dinámica a la que se refieren últimamente los medios de comunicación? El concepto ha entrado con fuerza en los debates sobre el sector de las telecomunicaciones y la regulación en España y Bruselas. En los últimos días, hemos asistido a interesantes de declaraciones al respecto de la anunciada fusión entre Más Móvil y Orange, tanto por parte de representantes del Gobierno español como de instituciones europeas.
En un acto organizado por Financial Times y la asociación europea de operadores de telecomunicación (ETNO) en Bruselas, se instó a que se tuviera en consideración la “competencia dinámica” del mercado a la hora de tomar una decisión sobre la fusión antes citada en el mercado español. Estas declaraciones se dirigían expresamente a la Comisión Europea, el órgano que se encarga de decidir sobre este tipo de cuestiones.
La eficiencia de un mercado y el concepto de competencia dinámica
Lo que quizá no esté tan claro es qué se entiende por esa “competencia dinámica”, aludida en el párrafo anterior. ¿Acaso no toda la competencia es dinámica, de un modo u otro? Para comprenderlo, conviene partir de un concepto económico: la eficiencia de un mercado. Un mercado es tanto más eficiente cuanto mejor asigna los recursos escasos de la sociedad a las necesidades de los individuos que la integran. Las ineficiencias que se constaten en un mercado legitiman a las autoridades regulatorias y de competencia para tomar medidas con el objetivo de mejorar dicha eficiencia, que se asignen así mejor los recursos y, en general, que mejore el bienestar social.
Tradicionalmente, los economistas distinguen dos tipos de eficiencia en los mercados: la eficiencia estática y la eficiencia dinámica[1]. Por extensión de esta nomenclatura, se puede hablar de competencia estática y competencia dinámica en un mercado.
Eficiencia estática y eficiencia dinámica
Por un lado, la eficiencia estática es aquella que persigue el reparto óptimo de los recursos existentes. La eficiencia estática no se preocupa de cómo han aparecido esos recursos ni de en qué consisten. La eficiencia estática se limita a buscar cómo repartir dichos recursos con el objetivo de maximizar el bienestar social, y para ello se enfoca en una única magnitud: el precio de intercambio. El problema de la eficiencia estática se resuelve fijando un precio que reparta los recursos conocidos entre vendedores y compradores de una forma óptima. En coherencia, los economistas hablan de competencia estática cuando únicamente se compite en precios.
Por el otro, la eficiencia dinámica se preocupa de asegurar que llegan recursos a los mercados, que se identifican nuevos usos para los existentes, e incluso nuevos recursos hasta ahora no imaginados. La eficiencia dinámica tiene que ver con la innovación y con la inversión, que son los fenómenos que explican la existencia de esos recursos cuyo reparto trata de optimizar la eficiencia estática. Así pues, cuando un economista habla de competencia dinámica se refiere a aspectos como la innovación, nuevas tecnologías, productos y servicios, y la inversión que hace falta para que todo esto ocurra.
De esta forma, la eficiencia estática explica cómo el mercado reparte los recursos existentes. En cambio, la eficiencia dinámica se centra en cómo el mercado genera dichos recursos. En términos de pastelería ─poco rigurosos, pero fácilmente comprensibles─ la eficiencia estática reparte la tarta, mientras que la dinámica la crea y la aumenta.
Ampliación del foco de análisis con la competencia dinámica
Así pues, a la vista de estos conceptos, la mención a la competencia dinámica implica que cuando se analice las operaciones de concentración, no se tengan en cuenta únicamente los efectos sobre la competencia estática. En otras palabras, propone que los precios no sean la única y principal cuestión que se considere para tomar esa decisión. Por el contrario, lo que se pide expresamente es que se analice también qué efectos tendría la operación sobre la competencia dinámica, es decir, sobre la inversión y la innovación en el sector.
Dicha petición es lógica para cualquiera que haya seguido las decisiones sobre concentraciones en el sector de telecomunicaciones que ha tomado la Comisión Europea en los últimos diez años. Una tras otra, todas revelan la exclusiva preocupación por que los precios no suban como consecuencia de la desaparición de un agente del mercado.
Estas decisiones, cuando no prohíben la concentración, imponen obligaciones a los agentes que se quieren fusionar para garantizar la aparición de un nuevo competidor. De esta forma, el nuevo competidor disfruta de condiciones artificialmente ventajosas e inalcanzables para los agentes ya existentes en el mercado, ocupará el lugar del que sale e impedirá la tan temida subida de precios. Ello demuestra que el foco de la Comisión Europea es casi siempre la competencia estática y, por ello, es lógica la petición de que se amplíe dicho foco a la competencia dinámica.
La competencia dinámica es innovación e inversión
Esta ampliación resultará razonable para cualquier economista, pues estos saben que lo que conviene a la sociedad es que los mercados tengan competencia dinámica. Es decir, que sean eficientes dinámicamente, que se compita en innovación, en productos nuevos, en inversión… Y es que estas son realmente los fenómenos que ayudan a agrandar la “tarta” que la sociedad se puede comer. Y solo muy secundariamente pasa a ser importante el reparto de la “tarta” o la eficiencia estática. ¿Para qué pelearse por las migajas si podemos hacer que todos, consumidores y productores, tengan raciones enteras con nata y chocolate? En el caso de las telecomunicaciones, que la tarta crezca significa la generalización de las redes 5G, la ubicuidad del Edge-Computing y la base tecnológica para los metaversos. Estos avances son críticos en términos de nueva generación de riqueza, una vez agotado el modelo de Internet.
Solo nos queda esperar que el llamamiento a la Comisión Europea tenga efecto. La sociedad española, en primer lugar, pero la europea en general, serán las beneficiarias directas.
[1] Ver, por ejemplo, De Bijl, P. (2004). Competition, Innovation and Future Public Policy. Tilburg Law and Economics Centre.