El comportamiento humano a través de la percepción cerebral
En este artículo haré mención del Dr. Rosler Roberto, profesor académico de la Asociación Educar, médico neurocirujano con Diploma de Honor, en la Universidad de Buenos Aires. Profesor titular de Neurofisiología, carrera de Psicopedagogía, en la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires. Coordinador y Profesor de Neuroanatomía, con Maestría en Neuropsicología, en el Instituto Universitario Hospital Italiano. En unos de sus módulos académicos como: “El valor de los vínculos afectivos”, “Los beneficios de ser agradecido”, y “Somo seres sociales”, nos explica la importancia de estos temas para que tomemos conciencia el impacto en nuestro cerebro, y poniéndolo como prioridad a la hora de desempeñarnos en espacios sociales.
El valor de nuestros vínculos afectivos como seres humanos
El valor de nuestros vínculos afectivos como seres humanos es de gran importancia ya que nuestro cerebro, en búsqueda de supervivencia, necesita relacionarse con sus pares, en forma continua, siendo de gran importancia para nuestro equilibrio emocional y físico.
Las sociedades más sanas se construyen cuidando y valorando el respeto, la comunicación entre ellos, obteniendo como resultado una generación socialmente positiva de vínculos humanos afectivos.
Los seres humanos somos una especie altamente sociables, por lo tanto, una persona en soledad puede ser afectada en lo emocional, y como consecuencia, enfermar. Por este motivo, es tan importante para los homos sapiens sapiens, su vida y la relación vincular que tiene con sus semejantes, ya que nuestro cerebro, vive un dolor emocional de la misma manera que siente un dolor físico.
Desde pequeños deberíamos aprender la gran importancia y los beneficios que tienen las relaciones y el afecto que damos y que recibimos en nuestras vidas, para cuidar justamente de ella y de esta manera ocuparnos de no dejar a ninguna persona sola y asilada, actuando empáticamente con sus necesidades, integrándolo para que participe e interactúe en un determinado grupo social, en sus diferentes ámbitos, ya sea escolar, laboral, de amistad o familiar. Investigadores de la Universidad de California de Los Ángeles invitaron a un grupo de voluntarios a participar en un videojuego, en donde, la primicia era dejar de lado o excluir a algunas personas en particular. En el momento del juego se escanearon los cerebros de quienes participaban y en aquellas personas que sentían la falta de pertenencia se evidenció que se activaba cerebralmente la corteza cingular anterior, esta zona es la que procesa los dolores físicos. Esto sucede con el dolor emocional porque ha sido muy importante para nuestros ancestros formar parte de un grupo o de una tribu y de ahí surge el poder de su supervivencia. De esto provienen esos enfrentamientos a los que debía someterse el hombre prehistórico y los riesgos que se implicaban en ese mundo natural. Estar en soledad daba una idea de no poder enfrentar a criaturas con el doble de tamaño y doble de fuerza, del que poseía una sola persona, y el hecho de pertenecer a grupos en esos momentos, detallaba la idea de tener más seguridad, protección o certeza de sobrevivir.
Nuestro cerebro percibe la soledad como algo peligroso y por ende cuando la experimentamos, se activa el sistema de alerta y, posteriormente, sucede la liberación de hormonas del estrés. De aquí se desprende la interpretación de lo difícil que debe ser para una persona, poder realizar sus tareas, cuando su entorno es de aislamiento, o de la no aceptación en un grupo social. Los especialistas afirman que hasta las especies más simples y gregarias se ven afectadas en su salud por la soledad.
Julianne Holt-Lunstad psicóloga de la Universidad Brigham Young y miembro de la Sociedad de Psicología Social Experimental es especialista en psicología y neurociencias. Su investigación se centra en los efectos a largo plazo de las conexiones sociales en la salud, e incluye un análisis sobre los efectos de la soledad y el aislamiento social con la mortalidad. En su gran investigación ha relacionado la soledad con el deterioro de la salud. Los resultados encontrados en todos los estudios sugerían claramente que tanto el estar realmente solos, como también, al sentirlo, se tiene efectos negativos sobre la salud, y puede compararse con los efectos producidos por la obesidad. Esta investigadora, junto a su equipo, determinó datos relevantes en unos ciento cincuenta estudios, y obteniendo la idea, de que estar sin amistades, es equivalente a fumar quince cigarrillos diarios.
Aún después de varias investigaciones posteriores se mantienen los resultados de que tener amistades y relaciones sociales fuertes, contribuyen a una vida mejor en calidad y más duradera, destacando que la misma es afectada por la soledad en todo rango de edades.
Otro estudio interesado realizado por el Instituto de Investigación de Medicina de Comportamiento en la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, se descubrió que las personas en soledad están vinculadas con la presencia de las enfermedades como ser artritis, diabetes del tipo 2, Alzheimer, etc. bajando el sistema inmunológico de quien lo padece.
Cabe destacar que estar en compañía con otras personas no nos quitará de las dificultades que la vida nos presenta, pero si disminuirá o atenuará los efectos de esa circunstancia estresante.
A lo largo de la evolución humana, nuestro cerebro evoluciona también, con su molde de base donde su diseño prevalente es el de formar parte de grupos sociales, estar en compañía, en contacto con los otros, y esta necesidad nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida.
Aquellas conductas trascendentes o solidarias le darán más sentido a nuestras vidas, y otorgará placer a nuestro cerebro. En este punto se destaca las áreas y vías de recompensa cerebral que sentimos cuando ayudamos a los otros, o cuando nos sentimos ayudados por los demás, ya que ambas partes salen premiadas con la liberación de neurotransmisores felices u hormonas de la felicidad, que potencian nuestro bienestar.
Para mantenernos en buen estado de salud hay que alimentarse saludablemente, hacer actividad física, completar con un buen descanso, son pautas que generalmente la gente ya sabe que debe de hacer, pero se olvida de esta otra parte importante que hace completar nuestro bienestar y nuestra salud, y que consta en decir a los demás y decirnos a nosotros palabras afectuosas, abrazar y abrazarnos, regalar una sonrisa a los demás como así también a nosotros mismos, reír frente a un espejo, e invocando, de esta manera, la liberación de las hormonas saludables de bienestar para nuestro cuerpo.
Darnos el tiempo para compartir buenas conversaciones con buenos vínculos, tener interés por el bienestar de nuestros amigos, familiares, compañeros de diferentes ámbitos, estaremos cultivando cotidianamente, nuestras relaciones vinculares. Esta conducta será garantía de una buena salud física y emocional y estar en una forma equilibrada en nosotros, y en aquellos que nos rodean, generando emociones placenteras.
Cómo nos brindamos en cada relación
Estar atentos a las formas de cómo nos brindamos en cada relación, nos será de gran utilidad, ya que el bienestar será recíproco, e influirá seguramente en nuestro estado de salud y en nuestras emociones. Estas últimas condicionarán positivamente en nuestra actitud en la toma de decisiones.
Otra condición relevante es saber el importante papel que cumple la comunicación entre nosotros y saber trasmitir de un modo claro y preciso aquello que deseamos comunicar, además de ser capaces de desarrollar una escucha activa con nuestros interlocutores. En este punto se dará a conocer las investigaciones que hacen comprender a nuestro cerebro social. Los seres humanos somos altamente sociales y nos encanta comunicarnos, nos gusta opinar, conversar sobre todo tipo de temas, pero hay uno especialmente que nos dará mucho placer, y es hablar de nosotros mismos.
Investigadores de la Universidad de Harvard presentaron un informe que manifestaba que entre el 30% y 40% de nuestras conversaciones son relatos de nosotros, de aquellas propias experiencias de vida.
Un profesor de antropología evolutiva, de la Universidad de Oxford, Robin Dunbar, tras largos años de investigación, considera que las conversaciones de las personas en lugares públicos son equivalentes a dos tercios del total del tiempo que la realiza, con narraciones personales o con chismes.
Encuestas realizadas en redes sociales demuestra que más del 80% de los mensajes publicados en Facebook, Twitter, Instagram, y otras, son relatos puramente personales y con experiencias de un momento inmediato dado en la vida de esa persona que lo relata. Lo que hace interesante estos datos es descubrir que hablar de nosotros nos gusta mucho y, por ende, estará presente en toda comunicación. Para comprender estos motivos que caracterizan el comportamiento humano, Diana Tamir, quien estudia cómo piensa la gente sobre sus propias mentes y las mentes de otras personas, utiliza una combinación de métodos conductuales, de aprendizaje automático y de neuroimagen para explicarlo. Experta en psicología de la Universidad de Harvard y con una formación postdoctoral en la Universidad de Stanford realizó una investigación con Jason Mitchell, también profesor de psicología de la Universidad de Harvard, en donde un grupo de voluntarios eran escaneados cerebralmente por resonancia magnética funcional, mientras realizaban una serie de pruebas. Estas observaciones fueron tomadas en diferentes variables de estudios:
- Mientras hablaban de ellos mismos.
- Mientras pensaban sobre su persona.
- Cuando relataban cosas de otros individuos.
Los resultados presentaron que cuando se auto-revelaban datos personales, se activaba fuertemente el sistema de recompensa cerebral. Este centro de recompensa que nace en el tallo cerebral, llamada área tegmental ventral, en donde se libera el neurotransmisor de la dopamina y que llega hasta el núcleo accumbens, formando parte del sistema emocional, también llamada, vía mesolímbica. De esta investigación podemos sacar en evidencia que contar nuestras experiencias e ideas personales, generar vínculos con quien nos escucha, esto se debe a que nuestro cerebro libera una neurohormona, la oxitocina que nos ayuda a construir relaciones amigables y de confianza, que nos hace sentirnos felices.
La oxitocina es generada por la confianza social y crea la sensación de seguridad que sentimos cuando estamos con otras personas, algo que se denomina, “vinculación afectiva”.
Uno de los principales estudiosos de cómo son y funcionan los vínculos entre las personas, y como se libera oxitocina, Paul Zak, de la Claremont Graduate considera que la liberación de oxitocina debe de estar ligada con la sensación de bienestar personal. Esta investigación se efectuó a un grupo de mujeres, las que tenían mayores niveles de oxitocina también sintieron gran satisfacción al expresar y pensar en sus propias vidas.
Por este motivo, hablar, escuchar relatos de los demás, o conversar sobre nosotros, nos gusta y contribuye a que ampliemos nuestros conocimientos con experiencias nuevas.
Deberíamos tener presente que los espacios para vincularnos es una maravillosa oportunidad para ampliar nuestro modo de ver y percibir la vida, con la relevancia que estos espacios nos brindan, jamás son una pérdida de tiempo, todo lo contrario, tener espacios para vincularnos nos otorga posibilidad para desarrollar virtudes, como la empatía, toma de perspectiva, también para dar afecto y tiempo de calidad a nuestros seres queridos y así, poder contar con una cuota extra de placer y felicidad.
Podemos darnos cuenta entonces que tanto la comunicación como los vínculos son dos acciones que deberíamos tener bien desarrolladas cotidianamente, para que nuestro cerebro sienta bienestar y placer, contribuyendo a mejorar nuestro estado de ánimo, sintiendo compromiso e integración con las personas.
Ser agradecidos, también aporta placer a nuestro cerebro, ya que nos ayuda a valorar un gesto o una acción de alguien, y nos lleva a sentir un mejor estado de ánimo. Diversos estudios nos demuestran que hay una relación muy amplia de la gratitud con respecto a la salud. Investigadores de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, siguieron la evolución de un grupo de 186 personas, mujeres y hombres, con insuficiencia cardíaca asintomática.
Los profesionales encontraron como resultado, que aquellos individuos que eran más agradecidos y podían ver los aspectos positivos de la vida, tenían, pese a su enfermedad.
En la investigación de la Universidad de California se encontró que en todos los casos una alta puntuación en los niveles de gratitud, ya que se relaciona con un mejor estado emocional y calidad de sueño, además de poseer menores niveles de inflamación. Sentirse bien ayuda, pero ser agradecido, marca una notable diferencia.
Entonces decimos que la gratitud es un aspecto importante de nuestra vida, y parte de la sociabilización humana; ya que conlleva a beneficios tanto para la salud mental, como la física y las relaciones interpersonales. Por eso se debe cultivar todos los días.
Estas investigaciones son para explayarse en detenimiento, pero en este artículo solo le he dado mención, para nombrar la importancia que tiene. Ser agradecido para nuestro cerebro, determina una notable diferencia en la obtención del bienestar y placer.
Tras el análisis de todo lo expuesto, podemos deducir que deberíamos tomar conciencia en integrar e integrarnos, tanto a nosotros como a las personas en las diferentes áreas o grupos sociales a los que pertenezcamos, para no aislar, ni aislarnos, ya que nuestro cerebro, necesita sustentarse en los vínculos sociales afectivos, para que interprete “sensaciones de seguridad” y sin “peligro de extinción”, sosteniendo la supervivencia heredada de nuestros ancestros.
De aquí se puede ligar los efectos que causa la soledad en la salud, con evidencia científica, y también podemos asociar los vínculos afectivos, con la mortalidad, cualquiera sea el rango de edad.
Las conductas trascendentes o solidarias son de un gran aporte placentero a nuestro cerebro, y dará sentido a nuestras vidas, ya sea dando, como recibiendo se producirán hormonas felices, en ambas partes, aportando bienestar en nuestro cuerpo. Este bienestar se construye a diario, expresando palabras afectuosas en nosotros y los demás, con abrazos y sonrisas, teniendo buenos vínculos y buenas conversaciones. Estos vínculos impactan en nuestra salud física y emocional, con emociones placenteras que evidencian una mejor toma de decisiones.
Tendremos que aprender a saber comunicarnos, como también saber escuchar. Nuestro cerebro es tan social que le encanta conversar, opinar y por sobre todas las cosas, le encanta hablar de uno mismo, y esto le aporta mucho placer. Nuestro cerebro siente placer al mostrar lo que nos pasa, lo que vivimos en cada instante y se corrobora con el auge de las redes sociales, donde en forma instantánea, posteamos cada experiencia vivida. En investigaciones se revela que en estas ocasiones se activa el sistema de recompensa cerebral activando la oxitocina que nos ayuda a seguir construyendo relaciones de confianza y muy amigables, haciéndonos sentir más felices.
Conclusiones
Finalmente concluyo este artículo resaltando que:
- “Ser agradecidos nos ayuda a sentir un mejor estado de ánimo e impacta fuertemente en la salud”, ya que evidenciaron, que una alta gratitud, es directamente proporcional a un mejor estado emocional.
- También hacernos esos espacios para vincularnos y conversar, nos otorga una cuota extra de placer y felicidad contribuyendo a sentir compromiso e integración con las personas que pertenecen a un grupo organizacional, deportivo, o de nuestros entornos familiares.
- Además, darnos cuenta de que nuestro cerebro es muy social y depende de cómo nos relacionemos, será fundamental para encontrar nuestro bienestar general.