Open Gateway es el concepto de moda en el sector de telecomunicaciones desde su puesta de largo en el pasado Mobile World Congress. Y no es para menos, dado su potencial transformador de la estructura del sector y la cantidad de agentes que están involucrados en su puesta en marcha. Pero, sobre todo, por su capacidad para generar riqueza y bienestar social, que es lo que a la postre nos interesa como ciudadanos, algo que no debería quedar oculto tras su considerable complejidad técnica. A continuación, se explica desde el punto de vista económico las razones por las que cabe esperar tal enriquecimiento.
¿En qué consiste Open Gateway?
Las redes de telecomunicaciones están compuestas por un conjunto de activos, más o menos heterogéneos, cada uno de los cuales aporta funcionalidades diferenciadas. Los operadores son capaces de conjugar dichas funcionalidades para componer servicios que ofrecer a sus clientes.
Lógicamente, los operadores tienen una capacidad de innovación e ideas limitadas, no pueden conocer todo lo que a alguien le puede parecer valioso. ¿Qué ocurriría si esos activos que componen la red pudieran usarse libremente por cualquier emprendedor? Entonces, las ideas a explotar a partir de dichos activos no se limitarían a las que se les ocurrieran a los operadores, sino que cualquier persona con una buena idea podría tratar de combinarlos, y la variedad de servicios que se podrían prestar por las redes de los telecos sería muy superior.
Pues eso es precisamente lo que trata de conseguir Open Gateway: poner los recursos de la red a disposición de cualquier innovador para lo que se le ocurra hacer con ellos. Esto se hace mediante un concepto familiar a los programadores: Application Program Interface (API), unas funciones a las que el programador puede llamar para conseguir que la red del operador se comporte de la forma que precise su aplicación.
La teoría de la firma y el papel de los precios
El premio Nobel Ronald Coase explicó en su artículo clásico “The nature of the firm» ya en 1937 las razones económicas que explican la estructura de las empresas. En el fondo, se trata de una sucesión constante de la típica decisión “comprar o hacer” a la que las empresas se enfrentan: si los costes de “hacer”, esto es, de internalizar la actividad concreta, son inferiores a los de “comprar”, la empresa la hará internamente, y lo contrario. Obsérvese que para esta decisión resulta fundamental el precio de mercado de la actividad, pues es precisamente dicho precio el que fija el umbral entre “comprar” o “hacer”.
Hubo que esperar unos cuantos años para que otros economistas como Israel Kirzner o Murray N. Rothbard, nos explicaran el importante papel que juegan los precios en la innovación y en la asignación de recursos a las preferencias de los individuos. Dicho de otra forma, es muy posible que Coase infraestimara el valor de la mera existencia de un precio de mercado para mejorar la asignación de recursos. Si la empresa no abre puntos en su estructura que permitan visualizar los precios de mercado, se pierde eficiencia social al no aparecer información de precios y valor sobre el recurso integrado, oculto si se quiere, en dicha estructura.
Un ejemplo contribuirá a explicar estos conceptos teóricos. Un fabricante de coches confronta para cada uno de sus componentes el dilema de comprarlo o hacerlo en casa. Coase explica que el fabricante de coches asumirá aquellas actividades en que hacerlo le salga más barato que comprarlo, y así se explica la dimensión empresarial del fabricante. Este es un proceso dinámico en continua evolución, pero es claro que el fabricante solo tendrá alternativa si el bien se está produciendo fuera de su organización; en otro caso, lo tendrá que hacer él.
Es por ello que la mera existencia de precios de mercado tiene valor para la sociedad: en ausencia de precios, el fabricante estará ciego sobre el valor concreto de este componente y carecerá de guía para saber si le es muy costoso, o no, en relación con las preferencias de la sociedad.
Lo que ocurre es que muchas veces la tecnología disponible en cada momento no permite la apertura de dichos puntos. Las ruedas, el volante o los parabrisas son puntos en la producción del coche que permiten la observación del valor de los componentes para la sociedad, y así mejorar la eficiencia en la producción de los coches. Pero, quizá, no sea posible hacer lo mismo con los distintos componentes del motor o la carrocería. En el momento en que la tecnología evolucione y se puedan abrir nuevos puntos de acceso en estos componentes “monolíticos” el bienestar social de los usuarios se vería enormemente aumentado, pues se orientarían mucho mejor los recursos de la sociedad y todos nos enriqueceríamos.
Una descripción económica de Open Gateway
En términos económicos, lo que están haciendo los operadores con Open Gateway es crear esos nuevos puntos de acceso a su estructura productiva (separar piezas del motor “monolítico”), algo que hasta ahora no había sido posible con la tecnología disponible. Esta apertura va a posibilitar que muchos emprendedores, entre ellos los propios operadores de telecomunicación, tengan a su disposición nuevas opciones de “comprar o hacer” que hasta ahora no existían, usando las distintas APIs o funciones en sus aplicaciones.
Ello dará lugar a precios por la utilización de estos recursos, que se traducirán en pagos que los desarrolladores hagan por las APIs, de la misma forma que muchos desarrolladores pagan en la actualidad por las distintas funcionalidades en las “nubes” de Azure o Amazon (Amazon Web Services).
Y como se ha descrito antes, la aparición de estos precios proporcionará una información fundamental a los operadores para sus inversiones, que a partir de ese momento estarán mucho mejor dirigidas. Esto, además, se ha de ver en un contexto de una complejidad mucho mayor de las redes de telecomunicaciones: ¿cómo pueden saber cuáles de las funcionalidades disponibles son las más valoradas por el mercado? ¿Cómo saber cuánto pagar por las mismas?
Hasta Open Gateway, a los operadores les resultaba difícil determinar el valor de los elementos o capacidades de red individualmente. Se hacían con todos los recursos y luego los combinaban en servicios que ponían a disposición de sus clientes. En función del valor de dichos servicios, estimaban el de cada activo involucrado en su prestación. Pero, claro, el valor así obtenido era el de toda la estructura productiva, no el de cada activo por separado, por lo que no podían afinar en sus inversiones.
Sin embargo, con la aparición de precios para las APIs se transparenta una información valiosa para estas decisiones, que no estaría disponible si no se abrieran estos puntos a terceros. Esta mejor eficiencia en las inversiones necesariamente se trasladará en un mejor bienestar social, adicional a la de toda la innovación que se pueda generar por terceros.
El gran reto de Open Gateway
Para que todo esto sea así, falta una pieza fundamental: el precio. Cada operador que quiera suministrar esta plataforma tiene que establecer un precio para una serie de servicios (cada API) hasta ahora inexistentes, y para los que existe poca o ninguna guía. Es más, no solo se ha de fijar el nivel de precios sino, posiblemente, también su estructura: Determinar no sólo el cuánto, sino también el qué. Asimismo, hay que ver si a ese precio hay desarrolladores interesados en comprar. A su vez, esto va a depender de las aplicaciones que puedan desarrollar con las nuevas capacidades, y de los ingresos que sean capaces de obtener de los usuarios finales por esas nuevas aplicaciones.
Obvio es decir que ahora mismo desconocemos cuáles serán esas aplicaciones (aunque hay mucha gente con ideas muy atractivas) y cuánto se pagará por ellas. Esto dificulta el cálculo económico, y complica especialmente a los operadores la fijación de precios por sus APIs.
Esta incertidumbre tampoco es nada nuevo. Todos los emprendedores la confrontan cuando lanzan un producto tan innovador. La confrontó AWS cuando lanzó los primeros servicios en la nube, y la confrontó Apple cuando comenzó a vender Apps para los iPhones en su App Store.
Lo que es fundamental es que ese proceso de exploración para los precios de las APIs se pueda llevar a cabo con la mayor flexibilidad posible, sin tener que preocuparse por interferencias externas como las que han sido tradición en el mercado de las telecomunicaciones. Los precios de las APIs podrán subir o podrán bajar, o incluso puede que tengan que cambiar de estructura. Nadie sabe ahora mismo qué forma tomarán, como tampoco se sabe que APIs triunfarán o qué nuevas capacidades se demandarán de las redes de telecomunicaciones.
Lo que sí sabemos es que, si se interfiere con el proceso de fijación de precios, se perderá la eficiencia del mercado y se pondrá en riesgo el enriquecimiento que todos esperamos se produzca como consecuencia de Open Gateway.