La innovación tecnológica es un elemento elemental para aprovechar todas las oportunidades de progreso y de negocio que ofrece la revolución digital en la que estamos inmersos. Es el camino por el que hemos transitado para conseguir facilitar y agilizar visiblemente la forma en que vivimos, viajamos, nos comunicamos y trabajamos. Pero también será la vía necesaria para avanzar y ser competitivos en un tablero global tan rápido, volátil y complejo como el actual.
En plena transformación digital, los usuarios esperan innovación y mejor servicio. Cualquier apuesta que no sitúe a las personas en el centro de su actividad está condenada a desaparecer. Sin embargo, la dificultad radica en cómo cumplir con estas expectativas siendo rentables y generando oportunidades de progreso reales.
Más allá del indispensable esfuerzo inversor que han de realizar empresas y administraciones públicas, es fundamental crear entornos favorables para la innovación. Esta cuestión debe convertirse en una prioridad tanto para las agendas públicas, como para las organizaciones privadas.
“Si queremos desempeñar un papel relevante en el mundo digital, debemos apostar por la innovación para ser competitivos en el entorno global”.
La doble responsabilidad del sector público
Gobiernos y administraciones públicas tienen una doble responsabilidad a la hora de impulsar la digitalización. Por un lado, deben ser prescriptores de esta innovación, destinando partidas presupuestarias específicas para incentivarla y, por el otro, han de definir marcos normativos y regulatorios que la favorezcan.
Es evidente que los marcos e instituciones regulatorios actuales no se crearon para la era digital. Ha llegado el momento de rediseñarlos y, para ello, será fundamental comprender mejor cómo operan y evolucionan las nuevas tecnologías, modelos de negocio y mercados. De este modo, se debería aplicar un enfoque a posteriori menos prescriptivo, ya que resulta difícil regular unos mercados digitales en continua evolución sin perjudicar a la innovación.
Las empresas digitales han de tener la libertad suficiente para testar y experimentar con nuevas tecnologías y servicios, por ejemplo, a través de los denominados “sandboxes” o areneros. Estos espacios seguros de pruebas en el plano normativo han de desarrollarse bajo la estrecha supervisión de los reguladores para reservar su capacidad de intervenir con rapidez y efectividad ante casos abuso o discriminación indebidos. Los sandboxes constituyen una forma óptima de evitar la rigidez regulatoria excesiva, que puede limitar el desarrollo de la innovación y la competitividad no solo de start-ups, sino también de empresas tradicionales con propuestas de negocio rompedoras.
Un cambio de cultura empresarial
La innovación debe estar en el gen de toda organización que quiera sobrevivir en un entorno tan cambiante y complejo como el que vivimos. Para ello, será esencial desarrollar un cambio en la cultura interna empresarial y hacer que la innovación sea un asunto transversal en el diseño de estrategias a medio y largo plazo. En este punto, es vital no penalizar el fracaso, un componente ineludible en los procesos de innovación, que permiten aprender y avanzar hacia la dirección correcta.
En Telefónica, nos posicionamos como pioneros en innovación, gracias al desarrollo de iniciativas de innovación abiertas y también internas. En el caso de las primeras, creemos en las ventajas que reporta la cooperación colectiva y los know-how diferenciales. Un ejemplo fehaciente de esta apuesta es Wayra, la interfaz global entre Telefónica y sistemas emprendedores para encontrar oportunidades de negocio conjuntas, a través de los 11 hubs que ha desarrollado en 10 países. Para la innovación interna, nos valemos de los activos que constituyen la base de Telefónica (nuestras redes, datos, plataformas y servicios de vídeo) para construir el futuro.
Los sectores público y privado necesitan trabajar conjuntamente para destruir una serie de barreras, como son la falta de una regulación poco flexible o la ausencia de interés y motivación financiera por la experimentación, para alcanzar un ecosistema proclive a la innovación tecnológica.