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Pregunta: Sr. Steck, las perspectivas, a veces “fantasiosas”, sobre la capacidad de la IA para controlar nuestras vidas en el futuro obvian un debate previo relacionado con las infraestructuras. De hecho, estas tienen que mejorarse para que la IA pueda aplicarse en todo su potencial y de forma remota haciendo uso del crecimiento exponencial de la computación. ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan en este campo las economías europeas y en particular la española?
Respuesta: El cierre sin precedentes de las economías y de las sociedades debido a la pandemia de la Covid-19 ha dado lugar a una situación única y a una crisis económica y social de dimensiones históricas. Este episodio ha llevado al mundo a la recesión más abrupta en tiempos de paz desde el siglo XIX.
El confinamiento ha acelerado la digitalización de forma vertiginosa y en solo unas semanas hemos avanzado lo que hubiéramos alcanzado en un lustro en condiciones de normalidad. La oficina se ha trasladado a casa a través del teletrabajo, los alumnos han estudiado conectados desde sus hogares, las empresas han vendido online y los restaurantes han comenzado a llevar su comida a las casas. Se puede decir que cuando el mundo físico se ha cerrado, el mundo digital quedaba abierto y más aún, ha apoyado de manera decisiva a nuestras economías y a vidas familiares y sociales.
En consecuencia, el primer reto que querría mencionar aquí es la imperiosa necesidad de asegurar el despliegue de infraestructuras modernas de banda ancha como palanca indispensable para recuperar los ritmos de crecimiento anteriores, el mantenimiento del empleo y la provisión de servicios de carácter públicos como la educación o la sanidad. Sin una infraestructura de comunicación de alta capacidad la recuperación será mucho más lenta y costosa en todos los ámbitos.
Por ello, el incremento de inversiones en redes de fibra ultrarrápida y de 5G debe convertirse en una prioridad fundamental para los representantes políticos. Además, este esfuerzo inversor debe venir acompañado de otras medidas políticas y regulatorias. Para conseguir un despliegue rápido del 5G se necesita, por ejemplo, suprimir las políticas que producen sobrecostes en la inversión de infraestructuras o fomentar los acuerdos de compartición para generar sinergias y eficiencias. Y quizás lo más importante, tenemos que asegurar una competencia justa, con marcos regulatorios y fiscales modernizados y adaptados a la economía digital.
Por otra parte, en esta situación excepcional, no podemos obviar el impacto que ha tenido la crisis en la desigualdad, posiblemente uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos no solo a escala global sino también dentro de nuestros países. Hay que garantizar que la mayor parte de la población tenga acceso a la tecnología y a las oportunidades que brinda el nuevo mundo digital. A su vez, considero que es muy relevante incorporar la dimensión medioambiental porque estoy convencido de que la digitalización ofrece enormes oportunidades para generar una economía más sostenible.
En este sentido, el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete ha presentado propuestas en torno a un nuevo Pacto Digital basado en una iniciativa que combina aspectos sociales, ambientales y económicos. Pensamos que para tener una digitalización sostenible tenemos que apoyarnos en nuestros valores europeos y en el uso ético y responsable de la tecnología. Se dice que nunca hay que desaprovechar una crisis profunda. Creo que podemos salir más fuertes y con un modelo económico más sostenible de esta crisis si el sector público y privado suman esfuerzos y los dirigen a construir una sociedad y una economía mejor.
P.: Además del despliegue técnico de la infraestructura, las empresas de telecomunicaciones del tamaño de Telefónica también desempeñan un importante papel en el desarrollo de nuevas tecnologías. Ello precisa de nuevos marcos jurídicos que deben basarse no solo en evaluaciones tecnológicas sino también éticas. ¿Cuál es su opinión sobre el debate actual en torno a las nuevas normas que precisa la IA y sobre el enfoque que se está adoptando?
R.: Ciertamente necesitamos un enfoque ético para garantizar que los sistemas de Inteligencia Artificial respeten los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho. Desde mi punto de vista, ya se ha alcanzado cierto consenso internacional en torno a algunos de los principios que servirán de base para el desarrollo normativo. Sin ánimo de ser exhaustivo, voy a mencionar algunos de los más relevantes: el principio de equidad e inclusión para tratar a las personas de manera justa evitando impactos discriminatorios ya sea por razón de género, origen étnico, religioso u orientación sexual. El principio de transparencia y explicabilidad para que los sistemas de IA sean comprensibles para las personas con las que están interactuando, para que estas sepan qué datos suyos se usan y para qué. También deben ser fiables y seguros generando confianza entre los usuarios. Y, por supuesto, han de respetar la privacidad y los derechos humanos de las personas.
“Necesitamos un enfoque ético para garantizar que los sistemas de Inteligencia Artificial respeten los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho”.
El debate actual sobre nuevas normas aplicables a los sistemas de Inteligencia Artificial está en fase inicial, dada su complejidad técnica, el dinamismo de su desarrollo y el impacto económico y social que generan. Es muy interesante el enfoque basado en los riesgos que plantea la Comisión Alemana de Ética de los Datos que establece cinco niveles de clasificación de riesgos y, según los cuales se puede definir una aproximación normativa determinada. En esta propuesta se establece un determinado umbral de riesgo por encima del cual se aplicarían obligaciones de riesgo elevado, mientras que por debajo se sitúan aquellas de riesgo no elevado. Es decir, en términos regulatorios esto significaría que se aplicarían prohibiciones o moratorias regulatorias para aquellos sistemas que impactan seriamente sobre derechos fundamentales de las personas, normativa ex ante para aquellas de alto riesgo, sandboxes regulatorios para aquellas que pueden controlarse los riesgos, supervisión con impacto bajo y una guía de principios para aquellas que son consideradas de muy bajo riesgo. Esta clasificación genera certidumbre regulatoria y es considerada la más acertada desde el punto de vista de la innovación, el desarrollo económico y el respeto de los derechos fundamentales y el Estado de derecho.
El reto y el mayor escollo para el desarrollo normativo es la definición y determinación de los riesgos que plantea. La propuesta europea incluida en el Libro Blanco sobre IA sometida a consulta plantea un modelo similar al alemán con la excepción de que no se distingue entre varios niveles de riesgo, estableciendo un modelo bipolar al diferenciar exclusivamente entre usos de elevado riesgo y el resto. Esta clasificación en dos grupos, todo o nada, aunque en principio más sencilla de realizar genera una mayor incertidumbre en la medida en que no proporciona información sobre la posibilidad de que un uso pase del grupo de no riesgo a ser considerado de alto riesgo. Por el contrario, el modelo alemán, sobre el que no escondo mi preferencia, no presenta esa debilidad ya que, al definir cinco niveles de riesgo, claramente la posibilidad de ser reclasificado desde el nivel 1 al 5 es directamente mucho menor que del 2 al cinco y así sucesivamente.
P.: En el campo de la tecnología avanzada, los expertos en la materia señalan desde hace algún tiempo que los grupos tecnológicos americanos y chinos en particular son dominantes. ¿Esta observación es correcta? ¿Existen medidas concretas por parte de los responsables políticos europeos para garantizar que no se queden atrás en áreas como la Inteligencia Artificial o se necesita más trabajo en este ámbito?
R.: Los datos sobre la inversión en tecnologías avanzadas tanto en China como en Estados Unidos son muy reveladores de la situación en la que nos encontramos. Sin embargo, Europa tiene la oportunidad única de emprender con éxito la transición digital. La región cuenta con una industria de alto valor, líder en sectores importantes como la automoción, la industria aeroespacial, la química o la biotecnología, entre otras. Contamos con una de las plataformas industriales más fuertes de la tierra, con un mercado único que potenciar, proteger y mejorar. Todo ello, sustentado sobre unos valores comunes, históricamente compartidos, que Europa siempre ha defendido y debe seguir haciendo con más intensidad que nunca.
Pese a estas fortalezas, no hemos sido capaces de crear campeones europeos mundiales en el ámbito tecnológico. Para el sector de las telecomunicaciones, uno de los obstáculos más importantes es la fragmentación del mercado. Existen más de 100 operadores móviles en Europa, mientras que en Estados Unidos y China se registran tres y cuatro, respectivamente. Nos encontramos ante una fragmentación excesiva y las políticas y la regulación debería cambiar para atraer más inversiones en nuevas infraestructuras y dejar así más margen para la innovación.
También es importante modernizar los marcos normativos ante los profundos cambios producidos en los últimos años por la digitalización, asegurando una competencia justa por la cual se apliquen las mismas reglas a los mismos servicios y los consumidores puedan contar con la misma protección independientemente de la empresa que ofrezca el servicio o producto.
Consciente de esta situación, la Unión Europea está haciendo esfuerzos enormes para alcanzar la soberanía digital. Recientemente en el discurso de la Unión, Ursula von der Leyen expresó el objetivo estratégico que se ha marcado la Comisión para hacer de este período la Década Digital de Europa. Comparto su visión cuando dice que necesitamos un plan común con objetivos claramente definidos para 2030, como la conectividad, las competencias y los servicios públicos digitales, siguiendo principios eminentemente europeos como el respeto a la privacidad, la libertad de expresión, el libre flujo de datos y la ciberseguridad.
“Sin embargo, la Unión Europea tiene un gran reto por delante: no puede seguir confiando en su poder regulador, sino que debe convertirse en una superpotencia tecnológica por sí misma”.
Los árbitros no ganan el juego. Europa perdió el liderazgo en la primera ola tecnológica y ahora debe aprovechar la siguiente más enfocada en capacidades industriales en las que tiene ventajas competitivas, como en el edge computing. Para ello es importante que además de las instituciones europeas, los Estados miembros alcancen acuerdos de ámbito regional de importancia estratégica para crear economías de escala y eficiencias económicas en el ámbito tecnológico como, por ejemplo, el despliegue de la banda ancha o la aplicación de la IA. Por eso debemos movernos rápido.
Este post es un extracto de la entrevista publicada originalmente en la “Revista Economía Hispano-Alemana», elaborada por la Cámara de Comercio Alemana para España. Puede leerse al completo aquí.