Artículo publicado originalmente en el blog Public Policy de Telefónica.
Vivimos en un mundo de datos, de Big Data. Cada vez más, nuestras interacciones digitales y físicas dejan huellas digitales a su paso, y esto nos está conduciendo a una revolución de Big Data.
El teléfono móvil es el componente tecnológico más extendido en la historia de la humanidad y, como tal, es una poderosa fuente de datos sobre el comportamiento humano a gran escala. Además, el teléfono móvil es un dispositivo personal que llevamos siempre con nosotros y siempre conectado, dejando una huella digital a nuestro paso. Por eso, puede verse como un sensor de la actividad humana a gran escala.
Algo interesante, y muy importante, es que los datos de los teléfonos móviles se pueden analizar de forma anónima (es decir, sin examinar la información personal) y en su conjunto (es decir, generando resultados globales, nunca individuales). Por ejemplo, contabilizando simplemente la cantidad total de llamadas que cada antena registra o la cantidad de teléfonos que se mueven entre las antenas.
Desde 2008, llevamos a cabo investigaciones en el ámbito de Big Data para el Bienestar para comprender cómo los datos pueden generar un impacto social positivo sobre el comportamiento humano a gran escala (tal y como los captura la infraestructura de telefonía móvil). Y hemos conseguido arrojar alguna luz sobre ello.
Nuestros proyectos en este ámbito han llegado a importantes conclusiones de gran interés para los gobiernos y las organizaciones sanitarias internacionales, de ayuda al desarrollo o de emergencias. Especialmente en asuntos como el impacto de las decisiones de los gobiernos en la propagación de una pandemia, las conclusiones automáticas sobre el estatus socioeconómico de un país en desarrollo, la detección de inundaciones a partir de cambios significativos en el patrón de actividad de las antenas de telefonía móvil o el conocimiento de los factores relevantes para calcular la seguridad de una ciudad.
Sin embargo, estos proyectos son solo la semilla. Para que el árbol crezca, es necesaria la colaboración con las instituciones que conocen la realidad de cada país estudiado y que tienen la capacidad de llevar a la práctica algunas de las conclusiones. Además, para aprovechar totalmente el potencial de los Big Data para el Bienestar, hay que combinar los datos móviles con otros datos (informes sobre el transporte y el tráfico, información meteorológica y datos sobre desastres naturales, ubicación de los servicios de emergencias, etc.).
Y el árbol empieza a crecer. Ya estamos colaborando con el Pulso Mundial de las Naciones Unidas, el Programa Mundial de Alimentos, el Gobierno mexicano, la Data-Pop Alliance, la GSMA y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, entre otros.
Pero nuestro objetivo es plantar un bosque: Un bosque de Big Data para el bienestar. Y si la promesa de usar los Big Data para el bienestar es grande, no menos grandes son los desafíos que hemos encontrado para poder cumplir esta promesa, como ha quedado de manifiesto en la reciente crisis de Ébola (la peor de la historia, con casi 5000 muertos y más de 13 000 infectados). Por desgracia, y a pesar de la existencia de datos sobre el comportamiento humano a gran escala que podrían ser increíblemente útiles para ayudar a combatir el Ébola, solo ahora, unos meses después de la crisis, comenzamos a aunar esfuerzos para analizar la red de datos móviles y ver qué nos dice sobre la expansión de la enfermedad.
Es comprensible que nos preocupe el impacto que todo esto tiene sobre la privacidad. Las buenas noticias son que los importantes trabajos de investigación llevados a cabo por varios equipos académicos demuestran que es posible analizar los datos sobre el comportamiento humano a gran escala (niveles de actividad de las antenas, patrones de movilidad, etc.) y preservar la privacidad. Gracias a algoritmos de encriptación de última generación, todos los datos se vuelven anónimos. Además, los datos suelen ser analizados en entornos altamente seguros y protegidos (por ejemplo, las instalaciones de los operadores de telefonía móvil) por personal autorizado. En los análisis nunca se identifica a ningún individuo. Por otra parte, a los servicios de ayuda o agencias gubernamentales solo se les facilitan análisis de conjunto, no confidenciales (estimaciones sobre la movilidad de la población, estadísticas globales, etc.). Por supuesto, el personal autorizado que maneja estos datos individuales anónimos sigue un código de conducta y unos protocolos éticos extremadamente precisos. A este respecto, sería de gran utilidad un marco de buenas prácticas compartido por los operadores de telefonía móvily los equipos de investigación reconocidos en todo el mundo.
Un segundo desafío tiene que ver con la falta de experiencia a la hora de llevar a cabo ese tipo de análisis de un modo técnicamente fiable. Sin embargo, las dificultades técnicas tampoco deberían ser una barrera, pues existe todo un trabajo previo que ilustra sobre cómo llevar a cabo este tipo de análisis.
Por otro lado, hay especialistas en datos altamente cualificados en todo el mundo, incluidos nosotros mismos, y un gran apoyo de organizaciones, como la UIT, la ISOC, la GSMA o el Pulso Global de las Naciones Unidas, que están totalmente dispuestas a ayudar en el proceso, especialmente a la hora de garantizar que la manipulación de todos los datos se lleve a cabo de un modo ético y anónimo y que siempre se respeten las leyes locales de protección de datos.
Existen, por último, algunas barreras reglamentarias y ambigüedades legales que habría que tratar. En particular, los estándares, las prácticas y los reglamentos tendrían que incorporar unos protocolos para facilitar el acceso a los datos, en interés del bienestar y en unas condiciones específicas (por ejemplo, personal de confianza para manipular los datos, un código ético y de conducta preciso para manipular datos personales, la definición de dónde y cómo almacenar los datos, garantías de que los datos solo se utilizarán con fines humanitarios, etc.).
El potencial de generar un impacto positivo y ayudar a salvar vidas es enorme. Espero sinceramente que podamos encontrar el modo de aprovechar todo el potencial de los Big Data para el bienestar. Es una oportunidad que no podemos permitirnos perder.
Dra. Nuria Oliver, [email protected], @nuriaoliver