Como cada año, el Consejo de Europa estable un tema anual con el objetivo de que los estados miembros de la Unión Europea establezcan objetivos comunes, compartan prácticas significativas, midan logros y definan juntos una hoja de ruta para el futuro. Este año 2025 se ha declarado el Año Europeo de la Ciudadanía Digital.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de ciudadanía?
La ciudadanía es un concepto amplio que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos de mano del desarrollo y formación de nuevas corrientes de pensamiento políticas y sistemas de gobierno.
El origen del concepto de ciudadanía se remonta a la antigua Grecia, un periodo histórico destacado por el surgimiento de comunidades políticas estrechamente unidas y autogobernadas marcadas por la diferenciación social en términos de género, clase social y nacionalidad. La ciudadanía se entendía como un vínculo forjado entre ciudadano y Estado a través de la participación en los asuntos públicos y de la adquisición de deberes y responsabilidades. No era un derecho que pudiera ser reclamado ni un estatus que pudiera conferirse a ninguna persona fuera de los rangos sociales establecidos.
Hoy en día, podemos entender la ciudadanía como: (a) la posibilidad de los ciudadanos de participar en la vida política y de ejercer una serie de derechos políticos, económicos y sociales; y (b) la contribución de buenos ciudadanos al bienestar social.
Bajo la primera definición, la ciudadanía se atribuye a aquellas personas que se mantienen informadas sobre los acontecimientos políticos, dialogan sobre los temas que moldean el panorama actual, participan activamente en procesos democráticos y ejercen sus derechos. Uno de los filósofos que analizó esta concepción de ciudadanía fue Jean-Jacques Rousseau a través de su obra ‘El Contrato Social’. Según Rousseau, los seres humanos nacen naturalmente «buenos»; sin embargo, la sociedad los corrompe. Por esta razón, considera imprescindible establecer un contrato social mediante el cual los individuos cedan su «libertad y derechos naturales» para alcanzar una «libertad política y derechos civiles», lo que Rousseau considera una evolución hacia una forma más elevada. A cambio, los ciudadanos deben obedecer las leyes elaboradas por un Estado soberano resultado de la «voluntad general».
Atendiendo a la segunda definición, la ciudadanía hace referencia a aquellas personas que demuestran comportamientos ejemplares, valores éticos, solidaridad, pensamiento crítico y comprensión hacia las opiniones, creencias y costumbres de los demás. Sócrates fue uno de los filósofos que profundizó en esta concepción de ciudadanía, alejándola de la mera participación en la vida política para abordarla como una fuente de armonía social. A través de su sistema de diálogo y cuestionamiento, conocido como el “método socrático”, buscaba fomentar una autorreflexión y contemplación filosófica constantes a lo largo de la vida, lo que él denominaba la «vida examinada». De este modo, el ciudadano, a través de su búsqueda de la “virtud”, podía actuar de manera justa y buena en la sociedad.
La aplicación del concepto de ciudadanía al mundo digital
Considerando las dos vertientes de la ciudadanía, podemos entender la ciudadanía digital como: (a) la posibilidad de los ciudadanos de participar en el mundo digital con garantías de que se respetan sus derechos digitales; y (b) la contribución de buenos ciudadanos a generar un entorno digital seguro y respetuoso.
En primer lugar, los ciudadanos deben poder tener la posibilidad de participar en el entorno digital y de realizar trámites administrativos de forma online. Asimismo, deben protegerse los derechos digitales que todo ciudadano tiene de manera inherente, siendo estos una extensión de los derechos fundamentales. Europa está avanzando de manera decidida en ambos aspectos. Como ejemplo, el año pasado entró en vigor el nuevo Reglamento sobre la identificación electrónica y los servicios de confianza (eIDAS2), el cual es una actualización del Reglamento original de 2014, para mejorar el marco común para la identificación electrónica para permitir a los ciudadanos hacer mayores usos de los servicios digitales de una manera segura. Asimismo, Europa cuenta con una Declaración Europea sobre Derechos y Principios Digitales para promover una digitalización centrada las personas.
En segundo lugar, la facilidad con la que se difunde información no verificada, el uso de perfiles de usuarios con pseudónimos y la normalización de interacciones con desconocidos han generado un entorno online marcado por la desconfianza. Esto ha dado lugar a fenómenos como la desinformación, el ciberacoso y el grooming (acoso sexual a menores), entre otros. Telefónica cuenta con diversas acciones de concienciación y formación para promover un uso responsable y un ambiente de respecto online. Un ejemplo es la iniciativa Movimiento Azul de Telefónica España, una plataforma que ofrece a los usuarios contenidos formativos y principales claves para hacer un uso responsable de los dispositivos y servicios digitales. Otro ejemplo sería la iniciativa Wake Up! de Telefónica O2 Alemania, la cual ofrece diversos recursos como “edustories” (video cortos informativos), talleres, eventos informativos para familias o material didáctico con el objetivo de fomentar un entorno digital en el que prime un comportamiento respetuoso entre los usuarios.
Este año nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestra participación en el mundo digital, haciendo una valoración crítica de nuestro progreso en la ciudadanía digital.