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10 tips que aprender de los buenos profesores

Llevo años siendo profesor en Telefónica España. También trabajando con ellos en mi función de gestor de proyectos en el área de Formación y, finalmente, coliderando el propio programa de Profesor Interno que desarrolla dicho rol. He visto profesores con un gran "recorrido de mejora" y otros con los que se aprende mucho y de forma dinámica. Por eso, al presentarse la oportunidad de escribir un artículo para el blog de Telefónica, he escogido este tema. Creo que podemos aprender mucho de ambos: tanto de los que nos encandilan como de los que, como decía el chiste, "no son unos completos inútiles porque al menos sirven de mal ejemplo".

10 tips para reflexionar y tratar de interiorizar algunos de los aspectos que hacen que un buen profesor lo sea.

Ignacio del Río

Quizá pienses: «A mí no me interesa ser profesor o dar clase». Está bien, pero estarás de acuerdo conmigo en que, cuando presentamos un PowerPoint en el trabajo o incluso cuando simplemente argumentamos una idea, estamos en esencia haciendo un papel similar.

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Por ello, creo que todos, profesores «profesionales», amateurs y ocasionales, podemos beneficiarnos de reflexionar y tratar de interiorizar algunos de los aspectos que hacen que un buen profesor lo sea.

Vamos allá, mostrándolos por orden:

  • 1. Ensayan… hasta en la cocina
  • 2. Tienen plan B … y C
  • 3. Controlan el medio, no son controlados por él
  • 4. Son conscientes de su imagen
  • 5. Son también actores y actrices
  • 6. Dominan lo que muestran… ni menos ni más
  • 7. Son facilitadores, no «sientan cátedra»
  • 8. Dinamizan a los participantes
  • 9. Tienen en cuenta la energía de la clase
  • 10. Resumen lo mostrado

¿Abrumado? Lógico, ¡esto asusta hasta al más pintado!

Te propongo un trato: léelos todos y quédate con aquel o aquellos que te resuenan más. Por último, trata de ponerlos en práctica la próxima vez que se te presente la oportunidad de mostrar tu trabajo, tu idea, etc.

Si consigo convencerte de ello ¡me daré por más que satisfecho!

1. Ensayan… hasta en la cocina

Es una buena idea poner en la nevera, una pizarra blanca adhesiva con rotuladores. Dibujar en ella es divertido para los chicos de la casa y nos ayuda a explicar mejor nuestras ideas.

Está bien llevar el portátil a la cocina y enseñar durante la cena a la familia algún vídeo interesante, pero es mejor aún acostumbrarnos a dibujar. Por dos razones:

  • Por un lado, nos tenemos que esforzar en expresarnos mejor.
  • Por otro, activamos otro «canal cerebral» como es la atención al dibujo que se va creando.

2. Tienen plan B.… y C

La Ley de Murphy dice: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Se usa mucho en ingeniería, sobre todo. Es bueno ser optimista pero cuando tienes que dar una clase, no basta. Siguen pasando cosas como “en el ensayo funcionaba todo bien. No me lo explico…”.

Así que, aunque dé mucha pereza, hay que ir preparados para contingencias. Ejemplos: tener una copia en PDF de la presentación, llevarla impresa (o al menos un guion de la misma) por si falla el fichero. E incluso tener localizado un portátil personal que poder usar si falla el habitual, o saber activar el HubSpot del móvil si la wifi deja de funcionar.

3. Controlan el medio, no son controlados por él

Es necesario ver la tecnología como aliada y desterrar frases como “la tecnología y yo no nos llevamos bien”.

  • Si se presenta en aula o en sala hay que entender el monitor o el proyector, su mando a distancia, cables, adaptadores, etc.
  • Y si se presenta en virtual, hay que conocer el programa que se use, ya sea Zoom, Teams o Skype, por ejemplo. Y probarlo antes porque pueden incorporar actualizaciones que nos descolocan los botones o cambian la configuración.

Un truco extra muy útil: conectarnos a la reunión virtual también con nuestro móvil como asistentes sin sonido ni cámara. Así veremos qué se está compartiendo sin tener que preguntar a la audiencia.

4. Son conscientes de su imagen

La ropa que elegimos, el aspecto en general que tenemos influye de dos maneras al situarnos frente a otros:

  • Debe darnos confianza y hacernos sentir bien
  • No debe quitarnos protagonismo ni distraer a los demás

Si se presenta en virtual es clave controlar la iluminación y el contraste. Incluso poner una lámpara enfocándonos. Es incómodo, pero nos acabaremos acostumbrando y los participantes lo agradecerán mucho.

Si llevamos gafas, dos cosas: ojo con los reflejos y llevarlas bien limpias.

Por último, girar la pantalla del portátil o cámara para quedar centrados en pantalla. Y el fondo de pantalla. Tanto si es natural como virtual, debemos cuidar que no distraiga y que apoye el mensaje que queremos transmitir.

5. Son también actores y actrices

¿Te has parado a pensarlo? Cuando escuchas a alguien presentar una idea, no solo prestas atenciones a ésta. También analizas (inconscientemente o no) el aspecto físico que tiene, los gestos, la entonación, silencios…  Exactamente igual que los “entertainers” profesionales.

No se trata de ponerse nervioso ante la idea de ser visto así, sino de ser consciente de ella. Una vez más, nada como practicar y pedir feedback a los demás. Mover las manos adecuadamente o mantener un silencio de forma intencionada sin usar muletillas (eeeeh, mmm, ¿vale?, ¿sí?) es posible y mejora exponencialmente el resultado.

Consejo infalible: grábate. Lo más sencillo y lo más eficaz. Eso sí, no seas demasiado duro contigo mismo.

6. Dominan lo que muestran… ni menos ni más

Entre los profesores es conocida la llamada “maldición del conocimiento” que hace que a veces no puedas explicar algo de forma sencilla debido a que, al ser experto en ella, tiendes a irte por las ramas dando un montón de detalles especializados.

Otro error habitual es tratar de ser super experto en el tema que tengamos que mostrar. Nos crea ansiedad y es una tarea imposible ya que siempre quedará algo por conocer.

Los buenos profesores conocen bien el contenido que van a mostrar. Punto. Si algun participante pregunta por algo avanzado, no se ponen nerviosos:  lo anotan y le contestan a posteriori una vez acabada la clase.

7. Son facilitadores, no «sientan cátedra»

Las palabras son importantes, ¿verdad? Por ello los buenos profesores se identifican con la palabra “facilitador” del aprendizaje. No se trata de ser el mayor experto en la materia, sino de facilitar, de ayudar a los participantes a que aprendan el contenido del curso.

Seguro que recuerdas a aquel profesor (de instituto o universidad) que “se notaba que sabía mucho” pero que en sus clases uno no se enteraba de nada. Desgraciadamente no son una excepción.

Y es que es un error muy común pensar que cualquier “experto” puede ser profesor. Todos lo hemos padecido.

Para ser buen profesor no es necesario ser un “superexperto” pero sí conocer técnicas pedagógicas: sintetizar el contenido, presentarlo de forma clara, involucrar a los participantes, resumir al concluir la clase, etc.

8. Dinamizan a los participantes

“Dímelo y lo olvidaré,

muéstramelo y lo recordaré,

involúcrame y aprenderé”

Los modernos estudios de neurología corroboran lo que hace más de 2500 años dijo Confucio. La clave del aprendizaje está en que los participantes “participen”, practiquen, estén activos. Ojo, decimos “participantes” y no “alumnos” o “estudiantes” por algo (ver punto anterior).

Para ello, claro está, hay que utilizar las dinámicas más adecuadas en cada situación. Y eso requiere tiempo y esfuerzo. Requiere alejar la timidez y ganar confianza. Y además, controlar los tiempos y que el objetivo se cumpla. Pero los resultados merecen sobradamente todo el esfuerzo dedicado.

9. Tienen en cuenta la energía de la clase

Los buenos facilitadores planifican cada clase como un concierto de una banda de música. Saben que no se puede estar al máximo en cada tema y que se debe evitar un bajón de energía, así que alternan inteligentemente temas más rápidos con baladas tratando de acabar en un “crescendo” que satisfaga a la audiencia.

En una clase, además, la atención es un recurso escaso. Y si es virtual, vía Teams o Zoom, aún mucho más. Por ello, en la escaleta que todo buen profe se prepara de la clase, se alternan y equilibran exposiciones más teóricas con dinámicas de participación y, por supuesto, descansos.

Recordemos que los estudios coinciden en que, pasados 20 minutos, los adultos somos incapaces de seguir atendiendo pasivamente al 100%. Hacer preguntas aleatorias o dirigidas es un recurso sencillo que rompe la monotonía.

10. Resumen lo mostrado

Una vez más recurrimos a la ciencia: está demostrado que nos quedamos sobre todo con el principio y el final de una exposición que recibimos. Nuestro cerebro funciona así.

Por ello debemos cuidar el inicio de la sesión, preparándolo previamente. Debemos dar contexto y establecer qué y cómo se van a ver los contenidos previstos.

Y antes de concluir el curso es muy importante recapitular las ideas clave mostradas. Conseguiremos que los participantes fijen mucho más esos conocimientos y les ayudaremos a llevarse un “resumen mental” de lo mostrado.

Así que, para “predicar con el ejemplo” sin “inflar” el artículo, te pido que vuelvas al inicio de este, releas las 10 claves y trates de poner en práctica la que más te resuene.

Ha sido un placer. ¡Hasta el próximo artículo!

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